Evitados hasta hoy, los debates han llegado por fin a la política dominicana y lo han hecho masivamente, ¿durante cuanto tiempo? Nadie lo sabe.
La profusión a la que asistimos se ha originado en la disposición del presidente Luis Abinader de participar en la discusión pública, frente a otros candidatos presidenciales, de los asuntos de interés general propuestos por los organizadores.
Una campaña presidencial un poco rara —atípica pudiera decirse— como esta a la que asistimos, tiene en la disposición del Presidente su principal novedad, ¿por qué? Porque de acuerdo con los estudios electorales de alguna credibilidad disponibles, aventaja con holgura a Leonel Fernández, candidato presidencial de Fuerza del Pueblo, y al candidato del Partido de la Liberación Dominicana, Abel Martínez.
Hubo una oportunidad perdida en la campaña electoral del año 1996, cuando Fernández, entonces a la caza de la candidatura de José Francisco Peña Gómez, retó a debate.
En el año 2008 sería Leonel quien se negaría a debatir y legó en la ocasión una afirmación memorable de la política dominicana sobre la incapacidad de sus contendores para conceptualizar, lo que haría de este intento un ejercicio insustancial.
Veámoslo desde una perspectiva positiva: en su reto a Peña Gómez hay, como consecuencia, un reconocimiento a la capacidad de aquel para moverse en ambientes conceptuales; pero también en la capacidad de los otros dos candidatos presidenciales con los que está llamado a compartir escenario la semana que viene, a menos que vaya al debate por una razón coyuntural.
Danilo Medina también evitó la participación en este tipo de espectáculo, de los muchos que aporta la política en tiempos de campaña, pero contrario a Fernández, no legó con su negativa ni siquiera una frase para chotear.
En busca de un antecedente ha sido rescatada la participación del profesor Juan Bosch en un debate con el sacerdote jesuita Láutico García, pero acaso no sea ocioso traer aquí que el cura no era candidato a nada.
Aquel fue un debate de corte ideológico en el que Bosch se defendía de una imputación que se le hacía entonces sobre una supuesta inclinación, o filiación, al marxismo leninismo.
Persiste hoy día la versión de que el entonces candidato presidencial del Partido Revolucionario Dominicano salió ganancioso de la confrontación o, en otras palabras, que el sacerdote no pudo demostrar su inclinación ideológica marxista, o comunista, como se decía entonces. Unos días después Bosch se alzaba con la victoria en las elecciones del 20 de diciembre de 1962.
Ahora, en nuestros días, están debatiendo todos; es la moda de este tiempo. Todos quieren estar, pero la población se frota las manos y espera con interés, las conceptualizaciones del debate presidencial de la semana que viene.