El repunte económico debe ser bastante fuerte para sostener las inversiones que se hagan necesarias en el sistema de salud.
SANTO DOMINGO.-Si alguien abrigaba la esperanza de ver al gobierno de vuelta sobre sus pasos en relación con el manejo de la pandemia, las palabras del presidente Luis Abinader el Día de Reyes deben de haberle ayudado a poner los pies sobre la tierra.
No hay vuelta atrás, el dominicano debe aprender a vivir con el microbio de Wuhan, sus variaciones, el contagio y los efectos en la vida personal, social y económica que genera, tal y como lo ha hecho un Haití sin el control de su población, sin dinero para mantener a los parados, con la vida como lo único para perder y sin fuerzas de orden para imponer los puntos de vista de la administración.
“A los que hablan de confinamiento y volver atrás, eso es imposible”, dijo el presidente. Según su punto de vista, “este país ha sufrido mucho” y se puede avanzar cuidando la salud y la economía, afirmó poco antes de una conferencia de prensa en el hotel El Embajador organizada para hablar del desempeño del turismo durante el pasado año 21.
Después de oír sus declaraciones se puede arriesgar la afirmación de que el gobierno estaba al corriente de la presencia de la variante Ómicron en el país antes de que Chile lo hiciera saber el día 23 de diciembre pasado.
¿Por qué dice el presidente que es “imposible” volver a la paralización de la vida nacional en los términos del año 2020? Por los efectos y el costo para el Estado, por el estrés del encierro, por la incapacidad de la administración para imponerlo y, aún más importante, porque al final nadie lo agradecería.
Vamos por partes
Pero acaso lo más importante, a pesar de lo inhumano, es que la economía dominicana tiene una fuerte dependencia del sector externo y un nuevo encierro tiraría por el piso lo levantado con tanto esfuerzo alrededor de Zonas Francas y Turismo.
Sería un duro golpe en este momento, con la opinión pública externa, particularmente alrededor de organismos internacionales, con una actitud un poco más crítica frente al desempeño dominicano.
La importancia de un buen ritmo económico estriba en que de allí depende la fluidez de la vida social (en el plano estructural, como sociedad, no de los lugares de diversión y de los espectáculos), así como de la estabilidad política, dos claves del éxito.
Debe ser agregado, se entienda o no, que encerrarse de nuevo implica volver a ver el retroceso del PIB, espantarse de nuevo ante el disparo del nivel de la deuda en términos relativos con el tamaño de la economía, sin que se tome un centavo más prestado y, muy doloroso, el encarecimiento y cierre de las vías de crédito.
No debiera ser escrito, porque debilita el análisis de la posición del presidente, pero sea. No vale la pena el estado de emergencia porque de todos modos la gente no hará caso, la administración no tendrá manera de imponerlo, ni siquiera al precio de la impopularidad, algo que el gobierno no debe propiciar si se encuentra, como entienden los politólogos, envuelto en un proyecto reeleccionista.
Dos efectos muy dañinos se harían notables de inmediato: la inflación, un tábano inquietante en las condiciones actuales, y el alza del tipo de cambio, un multiplicador de la inflación. En estos días se habla de factores externos.
Otra perspectiva
Visto desde otro ángulo, un nuevo encierro acabaría con el entusiasmo del presidente Abinader, le bajaría de manera significativa el grado de seguridad que se esfuerza por llevar a todas partes y abriría una grieta importante por la que podría asomar la cara morada de un pasado político que le quitaría el sueño y les alocaría las nueronas a los nuevos inquilinos de Palacio.
Parece que este último enfoque sólo le importa a los del gobierno y a sus partidarios. Pero acaso alguien puede entender que la paz política es fundamental para que la gente común, y la no tan común, mire alrededor con la confianza suficiente como para hacerle un arreglo a su casa, coger prestado para hacer un negocito o invertir en la ampliación de una gran empresa.
La reelección no es sinónimo de estabilidad política, ni lo es una administración de ocho años (Cuba sería el más desarrollado del Continente), es acogerse a la continuidad de las políticas públicas, no importa el cambio de gobierno, y eso ha tenido un cierto sentido, a pesar del cambio de caballo en medio del río que se produjo el año pasado.
Quien se sienta inseguro
El estado de emergencia, con todas sus consecuencias, fue establecido el 20 de marzo de 2020, levantado el 27 de junio por el entonces presidente Danilo Medina, para las elecciones del 5 de julio, vuelto a imponer el 20 de julio y abandonado por el presidente Abinader el 11 de octubre de 2021.
Con un nivel de 60 por ciento de informalidad económica, como ha venido a ser la realidad, sería imposible asumir desde el Estado la asistencia a los parados.
Los turistas dejarían de venir y la reapertura todavía tambaleante de algunos negocios se volverían definitivos.
El presidente Abinader no lo ha dicho, pero en el fondo existe un mensaje diáfano acerca de la realidad actual: quien se sienta inseguro debe aplicar su propio estado de emergencia, salir a sus obligaciones laborales, o de negocios, con medidas extremas de seguridad y acogerse a las opciones del gobierno para enfrentar el microbio, que no son otras sino las vacunas, que nunca han faltado.
La mala memoria
—1— Encierro mortal
La cuarentena iniciada a mediados de marzo de 2020 oscureció el horizonte económico.
—2— Al lado
Los dominicanos tienen al oeste una muestra viva de lo que les toca con la aplicación de una economía del encierro.
La cuarentena empezó de manera inesperada
Previo. Entre el 1 de marzo de 2020, cuando fue registrado el primer caso del Covid-19 en el país en la persona de Claudio Pascualini, un italiano que se había alojado en un hotel de Bayahibe, y el 19 de marzo, fecha en que fue aprobado el estado de emergencia por el Congreso Nacional, hubo un proceso electoral que había quedado trunco el 15 de febrero.
Un día antes de las elecciones, 14 de marzo, fue anunciada la suspensión de las conexiones aéreas con Europa y Asia. La medida se haría efectiva a partir del lunes, día 16, pero pocos alcanzaron a ver su importancia. El martes, día 17 de marzo, era anunciado el encierro.