Desafortunadamente, en nuestro país la evasión fiscal se ha convertido en un deporte olímpico, donde a diario se persiguen las medallas de oro de quienes son los mayores evasores.
Está por verse dónde habrá más campeones: si entre los que se roban la electricidad o entre quienes evaden el pago de los impuestos que les corresponden.
El tema del incumplimiento de las responsabilidades fiscales toma ribetes más dramáticos al encontrarnos en el umbral de una reforma tributaria cuyo objetivo es mayores ingresos para enfrentar un apetito cada vez mayor de expansión del gasto. Aunque no se han revelado estudios fehacientes acerca del actual nivel de evasión, elusión e informalidad en la República Dominicana, se estima que el mismo ronda el 50 %.
Una de las vías expeditas de detectar estos incumplimientos es la información cruzada entre quienes venden bienes y servicios y los que adquieren los mismos. Para ello se creó el Registro Nacional del Contribuyente, RNC.
Esto es una numeración que identifica a una empresa o una persona física ante la Dirección General de Impuestos Internos (DGII), para poder responder a las obligaciones fiscales que tenga este contribuyente.
El RNC contiene los datos que pertenecen a una persona física o jurídica en función de su identificación, localización y atributos.
Una de las preguntas más comunes cuando el consumidor realiza la compra de bienes o servicios es: ¿Quieres la factura con o sin RNC? Parecería que es potestad del consumidor decidir si debe reportar o no su obligación fiscal, lo cual es insólito, improcedente e ilegal, y se ha convertido en una práctica cotidiana en las transacciones del país.
La próxima reforma tributaria tiene que idear un sistema donde esta permisiva práctica no sea posible realizarla. Si no todos registramos nuestros ingresos tributables, los reportamos y lo pagamos, no habrá reforma alguna que pueda ser exitosa.
Esa es la verdad del déficit actual y será la verdad del fracaso de la futura reforma si no se resuelve esta nociva práctica cuanto antes.