El Ecuador es un país tan acogedor y hospitalario que cuando se llega al aeropuerto de Quito, no hay que emprender el clásico viaje del aeropuerto a la ciudad, sino que basta con salir de las oficinas del punto de aterrizaje y ahí mismo están la ciudad y su gente, que le dan la bienvenida.
Un pueblo muy cercano a sus raíces. Apegado a sus tradiciones y su cultura y al mismo tiempo trabajador y dispuesto a luchar por sus derechos y las conquistas y reivindicaciones indispensables para su bienestar.
Pero la mala fortuna ha sido el signo que ha marcado su historia. Una oligarquía rapaz e intransigente sustituyó la vieja dominación colonial y se ha opuesto siempre a cualquier conquista que afecte sus privilegios.
Esa vieja oligarquía controla el poder y aunque el pueblo ecuatoriano se lanza a las calles, carreteras y caminos y por momentos hace sentir su fuerza y parece que tiende a liberarse, los magnates de la banca, los grandes latifundistas, los gamonales, como suelen llamarlos allá, los del gran comercio importador y exportador, asociados con el poder extranjero, imponen finalmente su poder y los pueblos del Ecuador siguen siendo oprimidos.
Después de una sucesión de gobiernos inestables, llegó al poder el actual presidente Guillermo Lazo, mezcla inmunda de gamonal y banquero, que ha sido tal vez el que de forma más cruel y arrogante ha despreciado las demandas de obreros, profesores, estudiantes, pobladores de la zona urbana, pequeños y medianos productores agrícolas, comunidades indígenas que defienden su tierra, su cultura, su floresta y todo su habitat gravemente lesionado por la explotación minera a manos de empresas imperialistas internacionales.
Un país productor de petróleo tiene que lanzarse a la calle en protesta por los altos precios de los combustibles. Dedúzcase de ahí cómo se carga al pueblo con los costos de la crisis.
Y una vez más los pueblos del Ecuador se han sublevado y pese a la represión que ha cobrado ya la sangre de seis personas, las masas siguen en pie de resistencia, sin dar su brazo a torcer y exigiendo soluciones reales. Ojalá sea este movimiento el que conduzca al cambio político nacional que aparte a ese noble país del camino del martirio que las clases dominantes le han impuesto al pueblo.
Mientras, vaya el aliento y la solidaridad y la gratitud por el ejemplo que están dando a los demás pueblos del Continente que sufrimos los mismos males y tenemos que enfrentar las mismas o muy parecidas consecuencias contra las cuales los ecuatorianos, una vez más, han tenido que romper el sello de la tolerancia y lanzarse a las calles.