Elías Brache
En su momento, creo que todos los que amamos la igualdad entre los hombres nos deleitábamos con las expresiones de Hugo Chávez.
Chávez encarnaba en sí una especie de rebeldía al orden mundial, y con una historia digna de guión de película, había tomado un país depredado por políticos corruptos y prometía transformarlo en una sociedad más justa y llena de oportunidades.
No existe espacio para dudar que siempre fue torpedeado por los grupos conservadores y que los halcones atacaban incesantemente su vuelo.
Inteligentemente utilizó los recursos de que disponía y se hizo de aliados en la región, sin desmeritar haber creado una corriente que miraba hacia la izquierda, multiplicada luego en gobiernos como el de Evo Morales y Rafael Correa.
Pero Chávez murió, y más aún, desde sus últimos años de gobierno, esa Venezuela que tanto amamos comenzó a deteriorarse vertiginosamente.
Para que tengan idea, los dominicanos nos quejamos del nivel de violencia y crimen, pues, el de Venezuela es más del triple del nuestro. De acuerdo a los indicadores de la ONU, la patria de Bolívar ocupa el segundo lugar en muertes violentas a nivel mundial.
Todos hemos visto las largas filas que sus ciudadanos deben hacer para conseguir alimentos y bienes, por demás en pocas cantidades.
Se marcharon los fabricantes de autos, se marchan las aerolíneas, en fin, se marchan las inversiones.
Señores, así no tiene gracia.
Ya no se trata de coherencias y clichés, de si soy de izquierda o de derecha, sino de cómo va el nivel de vida de la gente.
¿O acaso importa ser de derecha o de izquierda si se vive mal?
La visión de un hombre, su esquema, su carisma, no se ven reflejadas en la Venezuela de hoy.
Sin embargo, Nicolás Maduro fue electo mediante un proceso electoral que al día de hoy ningún estado u organismo internacional ha declarado ilegítimo, guste o no, debe terminar su mandato.
A los que observamos desde las gradas, nos gustaría no leer cada día que muere una persona más en una protesta. Nos gustaría que se perfilara un conciliador para las épocas que se avecinan, pues hasta ahora solo se observa gente que quiere desmontar una estructura que, como la creada por Chávez, no se dejará narigonear luego de alcanzar sus conquistas.
Es hora de cabezas frías y de mucha inteligencia política para alcanzar algún punto de avenimiento que permita a Venezuela frenar su proceso de deterioro. Eso solo es posible si a ambos extremos de los intereses se interponen los intereses de la nación como un todo.
Mientras, cual rehenes del oro negro y como triste recordatorio de los inconvenientes que son las dependencias, a República Dominicana solo le queda observar “con el pico cerrado”.
