Con arrojo y valentía

Con arrojo y valentía

Con arrojo y valentía

Felipe Mora

Azua y Santiago, tan distantes una y otra en la geografía nacional, estuvieron en el punto culminante de las intensas correrías de hace 170 años por afianzar la soberanía hasta los límites fronterizos conocidos.

Para esos tiempos, el trayecto de la cordillera Central tal parece que era un juego de niños a la hora de tomar decisiones de entereza y valor, como esa de enviar refuerzos desde Baní a Santiago para enfrentar a las tropas haitianas en la batalla del 30 de marzo.

Hace 170 años que Azua, en el sur, y Santiago, en el norte, con una diferencia de once días, fueron testigos de excepción de los primeros bautizos de fuego para defender la naciente república. Esa defensa se prolongó por once años, con muy pocos recursos a mano.

Para la época, recorrer grandes distancias a lomo de caballo -como era la usanza entre las tropas- tenía que hacerse en trayectos y con descansos cada cierto tiempo luego de caminatas prolongadas. Haití prestó tal interés a sus afanes de reocupar la parte este que su primera expedición la encabezó el presidente Charles Herald.

Saliendo de la capital, más de cien kilómetros había que recorrer para llegar a Azua, donde 20 días después del grito de independencia se libró el primer enfrentamiento armado, en Azua, el 19 de marzo de 1844.

Santiago, objetivo a reconquistar por los haitianos, y a más de 200 kilómetros de la frontera, la situación era de mayor desigualdad para los dominicanos.

José María Imbert, Fernando Valerio, Pedro Eugenio Pelletier, Achille Michel, Ramón Franco Bidó, Ángel Reyes y Toribio Ramírez, entre otros, tuvieron el arrojo de defender la plaza y, por ende, la dominicanidad.

En la contienda de Azua, el 19 de marzo, las tropas dominicanas estaban conformadas por 2,500 hombres, entre los que había hateros y monteros, entrenados en medio de grandes precariedades.

Hay muchos nombres dejados al olvido, como Fernando Taveras, Dionisio Reyes, Vicente Noble, Francisco Soñé, José del Carmen García, quienes se jugaron el todo por el todo en esa acción. Pedro Santana apostó a la ignominia.

Esos acontecimientos deben perdurar en la conciencia ciudadana, de las nuevas y futuras generaciones, por los siglos de los siglos. Pero en la práctica cotidiana vemos que, lamentablemente, no es así.



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