Recibamos con buen ánimo y actitud positiva el conjunto de propuestas de reformas presentadas por el presidente Luis Abinader en su discurso del miércoles en la noche.
Durante la campaña electoral él prometió promoverlas reformas desde el poder, reiteró ese compromiso en el discurso con que saludó los resultados electorales que le asignaron el triunfo, y ya en el poder, aún antes de los cien días, había designado una comisión para que previo estudio, le identificara las áreas del Estado que, según esa comisión, deben ser reformadas.
Con su propuesta formal el presidente demuestra puntualidad para honrar su promesa electoral y da indicios de voluntad política para impulsar las reformas prometidas.
Desde el campo progresista hay que dedicarle atención y fijar posición ante lo que el presidente ofrece. Por lo que se puede apreciar hay aspectos con una definida tendencia a moralizar la administración pública y controlar la corrupción; otros, como la ampliación de los poderes del referendum, que aumentan las posibilidades de que el pueblo participe en la toma de decisiones importantes del gobierno.
Hay que respaldar lo conveniente y actuar, a la vez, con plena autonomía. Para manifestar los desacuerdos y hasta la oposición frente a lo que se considere perjudicial, para no limitarse estrictamente a los puntos que el presidente sugiere y, en cambio, tener la determinación de hacer proposiciones propias que, dentro de lo razonable, tiendan a profundizar el contenido de las reformas.
No podemos juzgar el discurso del presidente por lo que él no dijo, pero sí hay ausencias que no pueden silenciarse.
La legislación laboral está ahí y desde la parte más reaccionaria del empresariado surgen proposiciones tan anti obreras como la de eliminar la cesantía, igualmente, el trabajador dominicano está indefenso y la libertad sindical está cancelada en las industrias. No puede hablarse de democratización ni mucho menos si se ignora esa arbitraria realidad.
Y algo muy fundamental, no está claro cuál será el escenario en que se discutirán esas reformas y cuáles las posibilidades de participación de movimientos como el Congreso Cívico, por ejemplo y de las organizaciones sociales las discusiones. Por eso hay que reclamar el espacio adecuado para hablar y ser oído.
Aquí está la posibilidad de propugnar por modificaciones institucionales, políticas y jurídicas que nos permitan seguir avanzando hacia las metas de la transición pendiente, y hay que prepararse para jugar un papel activo en el debate que ya ha quedado abierto.