
El presidente Abinader dijo dos verdades que lucen contradictorias pero no lo son. Resaltó que las mejoras del salario mínimo, los subsidios sociales y la estabilidad han mejorado las condiciones de vida de muchos pobres.
También que la ralentización del crecimiento está siendo sentida muy adversamente por la población. No es paradójico, pues una de las causas de que hayan disminuido las ventas de bienes de consumo y de viviendas, las inversiones privadas y publicas y las proyecciones del crecimiento del PIB, es precisamente que el gasto corriente del Gobierno es abrumadoramente orientado a pagar subsidios, intereses y una hipertrofiada nómina estatal.
Al mismo tiempo, se han desdeñado valiosas oportunidades de atraer nuevas inversiones foráneas directas en áreas tan relevantes como la minería, la privatización de la distribución de electricidad, la industria tecnológica y otras.
La gestión del PRM, a juicio de muchos inicialmente brillante ante la pandemia, la disrupción logística y la guerra de Ucrania, ha devenido en una burocracia desbordada por urgencias y demandas insatisfechas, que recuerda por ratos muchas gallolocadas perredeístas.
Pese a todo ello, queda tiempo para retomar el ánimo renovador del cambio inicial y recordar que la riqueza la crea el sector privado, no el Gobierno. De enderezar el rumbo dependerán el legado de Luis y las próximas elecciones. Ojalá recapaciten…