Como para sentirse triste y desconcertado

Como para sentirse triste y desconcertado

Como para sentirse triste y desconcertado

Roberto Marcallé Abreu

MANAGUA, Nicaragua. Debo decir con absoluta franqueza que en muchos días y muchas noches no he dejado de pensar en el trágico destino de esa bella adolescente, Esmeralda Richiez, a quien sus padres encontraron desangrada y muerta tras haber sido violada presuntamente por un profesor.

En la gráfica de primera página y a todo color del periódico Hoy, se ve a la adolescente mirándonos al rostro, de frente, muy firme, y serena. Los ojos oscuros, los labios rosados, la abundante cabellera, las manos reposando en la cintura. Una blusa blanca con adornos escarlata, una muchacha muy bella como se dice con toda la vida por delante, apenas 16 años, casi el principio mismo de la existencia…

El “Listín Diario” nos dice que “en medio de cánticos religiosos, consternación, gran dolor y reclamos de justicia, fueron sepultados los restos de la estudiante quien fue encontrada muerta en el baño de su vivienda”.

En la misma página, la vicepresidenta de la República, Raquel Peña, manifestó su indignación al demandar a la justicia que actúe contra los agentes policiales que asesinaron a un niño de 11 años.

Recogemos la cosecha de una siembra monstruosa de décadas y décadas. Una extendida forma de locura individual y colectiva. Pocos temas se nos figuran con claridad y, en este ámbito de intereses, malquerencias, pasiones, nos resulta cada vez más complicado y difícil encontrar la rectitud, el equilibrio, la razón.

Las versiones ofrecidas se nos figuran poco ilustrativas o quizás nos dicen mucho menos de lo que podemos presumir. Por ejemplo, el permiso concedido por sus padres a la adolescente para que saliera “con unas amigas”. El espantoso desenlace, la violación, el dolor horrible, la humillación, la sangre y la muerte. Quienes somos padres y madres, al leer los detalles de este hecho, sentimos convulsiones en la mente y el corazón. Rabia, dolor, amargura, deseos de venganza.

El panorama, en su casi totalidad, luce raro, turbio, ambiguo, cargado de peligros e interrogantes. No se vislumbra con claridad el amanecer en este ámbito oscuro y tenebroso en el que estamos inmersos los seres humanos. No sabemos cuándo ni cómo se hará la luz en el horizonte.

Releo un resumen de informaciones del país que nos facilita el amigo Alexis Almonte. “El Ministerio Público, que dirige la titular Mercedes Santana, confirmó que el profesor John Kelly Martínez, principal acusado, está detenido y le será conocida medida de coerción”.

Y añade: “La noche del domingo 12 de febrero, Esmeralda Richiez fue violada por su profesor John Kelly Martínez mientras se encontraban a solas dentro del carro en que viajaron a la playa con tres amigas de la menor y un primo adulto del maestro.

Un estudio forense informa que la adolescente “sufrió un shock hipovolémico que resultó mortal”. Tanto al profesor involucrado como su primo (al parecer, cómplice del hecho) le serían conocidas medidas de coerción por ocho meses, solicitadas por el Ministerio Público”.

En otro titular se nos habla de que “la situación del cólera en el país sigue en aumento constante, sumando 71 casos” lo que significa que “la enfermedad aún no está controlada”.

Migración informa que solo en el mes de enero el país deportó a 23 mil 545 extranjeros ilegales en operativos que se realizan en todo el territorio nacional.

De acuerdo con el periódico Hoy, la República Dominicana “sigue apareciendo como uno de los países con más bajos salarios en América Latina” razón por la cual algunos empresarios confesaron “una baja considerable en el poder adquisitivo” de la población.

Otra noticia desalentadora la ofrece el Colegio Dominicano de Economistas cuando expresa que el país “no soporta más inmigración ilegal de haitianos”.

Mientras, el obispo de Higuey, una provincia del este del país, “reacciona indignado contra los feminicidios”. El Diario Libre nos dice en su titular principal que “urge recuperar el poder adquisitivo de la población”.

Es para cerrar los ojos y sentir un profundo desaliento. Pese a los esfuerzos evidentes y notables del presidente Abinader, el abatimiento y la amargura nos desbordan el espíritu. Uno se siente triste. Irremediablemente triste.



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