Las guerras provocan perturbaciones en la actividad económica. Generan atonía e incertidumbre en los mercados, y ralentizan la inversión y el consumo de la gente.
El conflicto bélico Rusia-Ucrania, y el más reciente entre Israel-Palestina es un ejemplo de perturbación de la actividad económica mundial. Estos conflictos tienen como denominador común: la subida del precio del petróleo y del gas.
Como consumidores, ya comprendemos las implicaciones microeconómicas del aumento en los precios del petróleo y del gas. A posibles precios más altos de estos combustibles, es probable que los precios de las gasolinas y la electricidad sean más altos, ya que la compra de estos es necesaria para la mayoría de los hogares.
Cuando los precios de los combustibles aumentan, es probable que una mayor proporción de los presupuestos de nuestros hogares se gaste en ellos, lo que deja menos para gastar en otros bienes y servicios.
Lo mismo ocurre con las empresas, cuyas mercancías deben transportarse de un lugar a otro o que utilizan combustible como insumo importante. Los precios más altos de los combustibles tienden a encarecer la producción para las empresas, del mismo modo que encarecen para los hogares a hacer las cosas que normalmente hacen.
Por otra parte, no es difícil entender cómo los precios del petróleo y del gas afectan la macroeconomía.
Generalmente, los aumentos de estos combustibles aumentan la inflación, incrementando los costos de producción, y por consecuencia los precios de una variedad de bienes y servicios.
Sin dejar de decir, que las empresas o trasladan la subida de precios a los consumidores o disminuyen sus ganancias; ocurriendo casi siempre lo primero.
Las guerras nos reducen una parte de nuestro presupuesto, limitan lo que pudiéramos disponer para consumir o invertir. Una prolongación de los actuales conflictos bélicos tendrá un impacto muy fuerte en la actividad económica: menos crecimiento económico, menos creación de empleo y menos capacidad para comprar bienes y servicios.
Esas son las repercusiones de las guerras. Afectarán nuestros bolsillos, y más en países importadores netos de petróleo y gas.