En la antigüedad se dieron cuenta que necesitaban higienizarse los dientes y empezaron a hacerlo mediante el uso de zumo de limón, hojas de tabaco y miel, y también cenizas.
Los griegos y romanos utilizaban orina humana, ya que contiene grandes cantidades de amoniaco que permite limpiar los dientes gracias a sus propiedades blanqueadoras.
Los mayas usaban una goma vegetal conocida como sicte y el significado de la palabra sicte es fluido bucal.
De los primeros utensilios de limpieza de dientes que han documentado los arqueólogos, son palillos de dientes antiguos.
En la cultura china y egipcia incluían masticar espinas de pescado, pedazos de corteza o palos afilados, plumas, canela, clavos, hojas de menta, y púas de puercoespín.
En el año 5000 antes de Cristo, crearon una pasta dental a base de piedra pómex, cáscaras de huevo y pezuñas de animales.
Pierre Fauchard (padre de la odontología moderna) en el año 1723, detalló el uso del cepillo de dientes, aconsejando frotar los dientes y las encías todos los días.
En 1842, un dentista llamado Peabody fue el primero en agregar jabón a la pasta de dientes.
En 1850, el doctor Washington Sheffield Wentworth, cirujano dental y farmacéutico, inventó la primera pasta de dientes, a la cual llamó Creme Dentifrice.
La pasta dental fluorada aparece en 1914 y es introducida a los países industrializados a finales de los años 60.
Pero no fue hasta la segunda guerra mundial que se popularizó la necesidad de lavarse los dientes, cuando el ejército estadounidense exigía que los soldados se lavaran los dientes como rutina de higiene diaria.
Con tan poca información y aditamentos de higiene se apostaba a mantener una salud bucal, en la actualidad con tanto acceso a la información y la salud, no tienes excusa para descuidar tu dentadura.
Dios te bendiga abundantemente.
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