Entender a la economía afectada por una pandemia no es tan sencillo como se puede pensar, pues se trata de que todos los países han sido impactado por el virus más mortífero que ha conocido la humanidad en los últimos cien años. Pero resulta que la propagación de la pandemia ha puesto en apuros preocupantes a todas las economías y las empresas en los diferentes puntos del globo terráqueo.
La dimensión a escala planetaria que ha tenido la crisis sanitaria ha sido minimizada de una manera irresponsable por algunos gobiernos, los cuales recurren a medidas cortoplacistas que desfavorecen contrarrestar el malestar generado en la economía. En adición, ocurre que los avances con el hallazgo de las vacunas no han logrado neutralizar la incertidumbre y el pánico que intranquiliza a la humanidad, lo que en una alta proporción ha sido un factor relevante en la ralentización para la recuperación de la economía mundial, cuyo impacto ha sido mortal en los diferentes sectores de la actividad económica.
Las proyecciones de que la economía retorne a la situación pre- pandemia siguen dudosas en el corto plazo, por lo que el crecimiento económico sigue dependiendo de que la curva de la pandemia se coloque a niveles irrelevante. Pero la lejanía de terminar exhibe una desproporción en la mayoría de las naciones dado que los casos del Covid-19 se dispara de manera cuantitativa y con tendencia elevada sostenida en cada país.
Es en el contexto planteado que se ha observado un evidente contraste en lo que respeta a la cobertura de vacunación entre los diferentes países y la posibilidad de que la presente pandemia se esté convirtiendo en perseverante, lo que permite sostener que esta sea de alto riesgo, lo que se traduce en un obstáculo para lograr una recuperación económica sostenible. Es esa una razón ponderosa para afirmar que la recuperación económica que se ha venido alcanzando es muy desigual y frágil a escala global.
Un rasgo característico que va dejando la pandemia es la multiplicación de la pobreza observado en el hecho de que alrededor de 120,4 millones de personas ya forman parte del ejército de pobreza extrema, a escala planetaria. Si se considera que una mayor prolongación de la pandemia se convierte en uno de los peores riesgos que enfrenta la economía, lo que, sumado a la reducción de los espacios fiscales, entonces, en la práctica esto se está convirtiendo en una perturbación para estimular la demanda, haciendo más vulnerable a la economía.
Las perdidas elevadas de puestos de trabajos, fruto de las diferentes modalidades de distanciamiento social, ha puesto en evidencia que la pandemia ha colocado a la economía mundial en una situación de vulnerabilidad, inseguridad e informalidad sin precedentes en la historia económica contemporánea. Por igual, los niveles de endeudamiento históricos y las necesidades de financiación colocan a las naciones en una situación hipersensible y a someterse a medidas de ajustes muy fuerte bajo condiciones financieras inflexibles.
En este largo viacrucis de crisis económica y sanitaria, la región de América Latina a cargado con la peor parte al transitar una atormentada desigualdad en la recuperación de su economía a raíz de la pandemia que ha torturado a la humanidad. Pero es que el acontecimiento sanitario ha causado en la región trastorno en el valor de las principales monedas, niveles de inflación históricos, deuda pública insostenible y debilidades institucionales.
En conclusión, la economía de la pandemia ha perturbado los patrones de crecimiento económico históricos, de tal suerte que en el recién concluido 2021 lo que se ha producido es un rebote en el desempeño del PIB. Sin embargo, varios gobiernos han querido convencer a la opinión pública que se trata de una recuperación económica fenomenal, pero lo que ha ocurrido es el efecto rebote o arrastre estadístico, esto es, un repunte de la actividad económica luego de una hecatombe escabrosa, la cual empujó a una recesión económica global.