Leí por ahí que ser como el bambú es “tener una actitud resiliente ante la vida que implica aceptar que, en ocasiones, la adversidad puede doblegarnos, sin embargo, cuando nuestra actitud es fuerte volveremos, sin duda, a nuestra posición original, con mayor brío, hermosura y admirable entereza”.
En este año diferente, en el que una pandemia sigue intentando doblegarnos, pero nosotros seguimos intentando mantenernos en pie, abracemos esa flexibilidad y la aceptación de lo que no podemos cambiar.
No me canso de escribir sobre ello. Ser flexibles. Abrazar los cambios con armonía. Adaptarnos. Aceptar. Ser agradecidos. Y, aunque se pudiera pensar que al decir esto lo que pido es que seamos conformistas, nada más alejado de la realidad.
Debemos ir detrás de lo que queremos, pero también debemos entender que no podemos ir por la vida “chocando con todas las paredes”. Que unas se pueden y otras no. Y que esto no significa que seamos fracasados ni muchos menos perdedores… quiere decir que somos tan inteligentes que podemos identificar hasta que punto invertir energía, esfuerzo y tiempo en el deseo de alcanzar una meta.
Muchos de nosotros andamos por la vida con vendas en los ojos. A veces nos las colocamos nosotros mismos, otras veces lo hacen los demás. La mayor parte del tiempo nos empeñamos en mantenerlas, ya sea por costumbre, ignorancia o comodidad. Les invito, antes de actuar, hablar o rendirse, hacer el ejercicio de validar los hechos más de una vez y con más de una persona.
Seamos como el bambú, resistente, pero flexible. A menudo se suele decir que los límites los marcamos nosotros mismos. Pero, en ocasiones, no siempre es posible sortear ciertas dimensiones o alcanzar determinados objetivos. Nuestra sociedad tiene filtros que debemos utilizar y normativas que debemos cumplir.