La toma de posesión de Biden y Harris es el primer paso en una agenda que apunta a por lo menos una década de reconstrucción de la unidad de los Estados Unidos y la disolución de los discursos radicales y los fanatismos religiosos que le sirvieron de fundamento a la pasada administración.
El apoyo a Trump proviene en gran medida de los medios rurales más atrasados, sobre todo de los estados del centro y de la población blanca pobre y con bajo nivel educativo, además de la emigración resentida de algunos países latinoamericanos que pasaron de ser héroes a simples migrantes pobres.
Ese es el perfil que alimenta la fanática turba trumpista y que se articula en torno al machismo, el racismo, la misoginia, el fanatismo religioso, el culto a la violencia armada y el odio visceral a la ciencia.
Desmontar el artilugio ideológico que alimenta a esa muchedumbre enardecida ha de pasar por acciones muy materiales. El mapa del trumpismo es fácil establecerlo por los resultados electorales. Una primera acción es estimular la creación de puestos de trabajo estables que demanden capacitar técnicamente a los operarios y brindarles confianza en su capacidad de interactuar con la tecnológica. Reclutar hombres y mujeres que mediante la disciplina laboral puedan llevar el pan a sus hogares y que en lugar de acudir obsesivamente a escuchar discursos religiosos fanatizados en sus días libres, vayan a recrearse con sus familias con la dignidad de sus ingresos ganados horadamente.
Un segundo aspecto es crear centenares de Community College en esas áreas con matrículas bajísimas o gratis para formar a la juventud de esos sectores en áreas técnicas y profesionales que les permita abandonar el círculo de la pobreza. Estados Unidos es entre los países desarrollados el que más dificultades genera para acceder a la formación universitaria y muchos de los que lo logran quedan endeudados de por vida. Esa falta de formación científica y profesional es lo que lleva a que tantos norteamericanos rechacen la biología evolucionista y crean en todo tipo de disparates como los propagados por los trumpistas. Si en Alemania prácticamente te pagan para que hagas una carrera, en Estados Unidos te disuaden de que lo hagas.
Un cuarto aspecto es completar el proceso del seguro de salud de Obama para darle cobertura a todos los habitantes de esa nación. Es una vergüenza que en torno a brindarle salud de calidad a los más pobres algunos perversos califican esa medida como comunista.
Es hora de que todos los estadounidenses tengan salud y no necesiten recurrir tanto a cultos de sanación. La caótica respuesta de Estados Unidos a la pandemia que va camino de cobrarse medio millón de víctimas es una horrible combinación del negacionismo de los trumpistas y la falta de una red de salud gratis para todos los que viven en dicha nación.
Por último, y no menos importante, es hora de estabilizar las relaciones con Cuba y Venezuela, y procurar mejoras en la democracia y los derechos humanos por el diálogo y no los bloqueos. Igual que otros presidentes norteamericanos tuvieron la valentía e integridad de devolver el canal de Panamá a sus legítimos dueños, es necesario devolver Guantánamo a Cuba.
Eso desmontaría todos los discursos reaccionarios que movilizan a millones en torno a causas extintas con la Guerra Fría. Mejorar las relaciones con China es otro paso fundamental, ya que vimos en semanas recientes como se intentó usar -incluso con aliados criollos- el tema de Taiwán como veneno para obstaculizar la recuperación de una relación armónica con la otra potencia mundial. Liderazgos como el de Ted Cruz o Marco Rubio se disolverían si la política estadounidense superara las agendas de odio de esas minorías “anticomunistas”.