Muchos disfrutamos de las múltiples facetas de Luisito Martí. Para mí su mejor faceta era la de humorista. Fueron muchos los personajes con los que demostró que se podía hacer reír inteligente y sanamente. Consagró su genialidad en Belarminio y Cabrera Moquete; pero sobre todo en Balbuena y Casimiro Valdez. A este último siempre le acompañaba la mala suerte y era sujeto de acoso.
Como Casimiro la Cámara de Cuentas (CC) no pega una. Antes, porque no era visible su trabajo. Era pobre e intrascendente. Dobleces y silencio cómplice con el poder eran su carta de presentación.
De tan poca relevancia era su trabajo que se paseaba en el olvido. Parecía, como muchos la llamaron, la cámara de cuentos.
Sin olvidar la estela anterior de tibieza con el poder, pasamos por ver un lastimoso juicio político de los miembros de la CC, por acusaciones de graves anomalías que se los llevó a todos en 2008.
La presión política para mantener mayorías complacientes con gestiones públicas prostituidas, escándalos, pugnas, pulsos, zancadillas, actuaciones antiéticas, falta de armonía y de visión de equipo e insubordinación a las normas han impedido que la CC cuente con legitimidad social.
En 2021 la PEPCA allanó sus instalaciones y Wilson Camacho proclamó que la CC ha sido cómplice de la corrupción y no defensora del erario.
El año pasado nos despierta una querella de dos empleadas de dicha CC contra su actual presidente, Janel Ramírez Sánchez, por acoso laboral y agresión sexual, quien recientemente expresó que es un “preso de confianza” del pleno en el que se ve obligado a refrendar irregularidades.
Ya el Senado inició aprestos para otro juicio político contra los integrantes de este órgano.
Cuando sus integrantes actúan con sentido individualista y obedeciendo mandatos políticos o por apetencias personales y sin respeto por las normas, es más digno que renuncien a sus cargos. Lo lamentable es que pagan justos por pecadores.
Revisar profundamente la ley y generar un pacto por la dignificación de la CC, para llevar ahí gente con suficiente calidad profesional; sentido de equipo, integridad e imparcialidad es el reto. De lo contrario seguiremos teniendo una cámara de un solo y triste cuento, como el de Hemingway, ganador de la apuesta de la historia más corta: Se venden: zapatos de bebé, sin usar.