Los sabios abrevan en la fuente de la sabiduría, mientras los necios solo hacen gárgaras, decía Íñigo Montoya a sus discípulos.
Recordé al filósofo y científico escocés de origen español al leer que el Instituto Duartiano someterá judicialmente, por ultraje a Duarte, al comentarista que se obró en su memoria, llamándole canalla, cobarde y epítetos peores.
Ese difamador hizo “graves imputaciones que atacan de manera grosera la buena fama de la digna figura, la imagen, la memoria y el honor” del Patricio, profanando su nombre con “vulgaridad” y “un lenguaje soez”. Ese desquiciado ataque es ilícito, según tipifican varias leyes invocadas por los accionantes.
En estos días un avispero sacude medios y redes sociales por estas injurias. El Instituto instó al Procurador y demás autoridades que se unan para defender a Duarte como reclama la sociedad.
Ojalá prospere la demanda. Basta ya de que locos investidos de impunidad crean sus propias mentiras sobre su impostada superioridad intelectual, risiblemente huera, por no citar sus lacras morales ni evidencias de psicopatía. ¡Viva Duarte!