Cuentan que una noche, a la hora de cierre del periódico, se desató un incendio terrible que obligó al director, que no era otro que don Rafael Herrera, a mandar a su mejor reportero a reseñar la catástrofe.
Cuando el periodista retornó para escribir la crónica, Herrera le dijo: “Haz esa nota pronto, que es muy tarde; y breve, porque queda muy poco espacio”. A lo que el reportero respondió: “Don Rafael, si es pronto, no puede ser breve”.
¡Tremenda y sabia lección de periodismo! Porque, como es bien sabido, cuesta más tiempo y esfuerzo escribir corto que escribir largo.
Si no, recordemos aquella carta que comenzaba diciendo: “Te escribo largo porque no tengo tiempo para escribirte corto”.
El reconocido, brillante y respetado colega Ramón Colombo es un maestro de la brevedad, la precisión y la claridad al escribir.
De su leída columna “Un minuto” (que tardaba exactamente sesenta segundos en ser leída) ha pasado a “Fogaraté” en “El Caribe”, tan breve como la anterior. ¡Y cuánto dice en tan pocas palabras!
En su entrega de ayer, Colombo se refiere a mí y a Radhamés Gómez Pepín como dos guayacanes, en el buen sentido de la palabra, para dejar dicho que ambos tenemos muchos años ejerciendo el periodismo; en otras palabras, que somos muy viejos, y para colmo afirma que “solo somos superados en edad por Joseíto Mateo”. ¡Qué muchacho más travieso este Colombo!
Agradezco la buena intención del buen amigo. Y para imitarlo en eso de la brevedad, pongo aquí el punto final, por ahora.