Cada 28 de enero, la ONU conmemora el Día Mundial de la Reducción de las Emisiones de CO2. Por otra parte, predice que más de 3,500 millones de personas, más del 40 % de la población del mundo, somos altamente vulnerables a los impactos del cambio climático.
A pesar de estas catastróficas informaciones, los países en su mayoría no están tomando en serio estas predicciones y siguen en su afán de mantener su economía sin cambio en sus métodos de producción para lograr una reducción de los gases invernadero.
Cada vez que voy a una de nuestras playas, no deja de preocuparme la cantidad de algas acumuladas y llegando, que por demás no le buscamos utilidad, y la erosión que se nota en las raíces expuesta de los cocoteros que en el pasado reciente estaban más alejados de la orilla.
Es una muestra de que los efectos del calentamiento global ya nos afectan y nos ponen en peligro de dañar todas nuestras playas, y otros recursos naturales, que muy bien acabamos de ofertar a los turistas en la reciente celebrada FITUR 23, en Madrid.
Nuestros gobiernos no pueden ignorar las informaciones y menos las alarmas de la ONU ni los organismos que se empeñan en hacernos tomar conciencia sobre la situación en que nos encontramos. Es necesario que pongamos más atención y ocupación a la situación.
Necesitamos invertir una buena proporción de nuestro PIB en investigación y proyectos para reducir el gran impacto que sufriremos con los fenómenos atmosféricos que inevitablemente tendremos, antes que sea demasiado tarde.
El sector privado, que, en nuestro caso, siempre está esperando que lo haga el Estado, debe tener un papel más protagónico. Incluso, debemos ya ver la lucha contra el calentamiento como una oportunidad de emprender modelos económicos, proyectos en torno a cambiar, métodos y consumo, adoptando una nueva cultura de menor emisiones CO2, y juntos con los gobiernos, instruir y educar a la sociedad por una vida más consciente y sostenible.
Es tiempo que dejemos de vivir de espaldas a nuestros grandes problemas, que se irán agudizando y amenazando nuestra forma de vida.
Lo que dejemos de hacer hoy será el lamento de mañana, y no somos tan ciegos ni ignorantes para no darnos cuenta, que las cosas están cambiando, y con más prisa de lo esperado, y depende sólo de nosotros construir una sociedad más segura y sostenible. Juntemos voluntades para las cosas comunes. Es un deber de todos los ciudadanos y las circunstancias obligan.