No podemos obviar que el tema de la violencia, la criminalidad, la delincuencia, la inseguridad ciudadana, así como las acciones de atención estatal a estos flagelos o las políticas públicas de prevención que se están implementando, generan gran interés en la ciudadanía y constituyen a su vez preocupaciones significativas en la mayoría en la sociedad dominicana.
Por lo tanto, lo anterior no debe quedarse sólo en el plano de la preocupación, debe conllevar a una reflexión constante y profunda como Estado, y sobre todo al apremio de emprender una acción conjunta con todos los actores sociales claves, para restaurar nuestro tejido social, prestando atención a las causas o factores que están incidiendo en el avance de su deterioro o degradación.
De lo expuesto precedentemente, una respuesta estatal efectiva que contribuye a la construcción de una cultura de paz y que pone freno al aumento de la criminalidad y violencia, es el impulso e implementación de programas deportivos y culturales en las comunidades, evidenciándose con ello que el deporte brinda oportunidades de cohesión, inclusión e integración social, más allá de los muros de la vulnerabilidad y la exclusión.
Si bien es muy importante invertir en el deporte, y contar con espacios deportivos bien equipados e infraestructuras dignas para que niños y jóvenes puedan realizar alguna actividad física.
Esto no basta para alcanzar la paz social anhelada, pues se requiere, además, contar con suplementos que fortalezcan más allá de la práctica deportiva, la capacidad de vivir y convivir pacíficamente como seres humanos, a pesar de los retos y complejidades.
Entonces, en referencia a lo previamente descrito, se hace necesario partiendo de una visión estatal y social, combinar la fórmula deporte y educación a través del fomento, fortalecimiento y expansión de los clubes deportivos y culturales en las distintas comunidades del territorio nacional.
Como muy bien se refiere Nelson Mandela, al expresar que: “Si se combinan deporte y educación, se puede enseñar paz a los más jóvenes, devolverles esperanza y crear herramientas para que participen en la creación de una sociedad más justa y fraternal”.
Este planteamiento, encuentra sustento en la Constitución de la República, en su artículo 65, cuando consagra como derecho fundamental el deporte, disponiendo que: “Toda persona tiene derecho a la educación física, al deporte y la recreación. Corresponde al Estado, en colaboración con los centros de enseñanza y las organizaciones deportivas, fomentar, incentivar y apoyar la práctica y difusión de estas actividades”.
Por consiguiente, visto lo que establece en ese orden nuestra Carta Magna, ilumina la propuesta, en el sentido de que, desde los clubes deportivos y culturales, con los debidos recursos, estímulos e incentivos correspondientes del Estado, se logra robustecer la resiliencia, la cohesión social, reducir la violencia y prevenir conductas delictivas contribuyendo así con el bienestar social.
Asimismo, desde los clubes se pueden formar buenas personas; debido a que el deporte, al estar estrechamente relacionado con prácticas de la colectividad, ocupa una posición privilegiada para el desarrollo social y cultural en la promoción de valores como el respeto, la tolerancia, la solidaridad y la sana convivencia.
También fomenta la convivencia pacífica a través de la resolución de conflictos, la participación en actividades deportivas y culturales, las personas aprenden a trabajar en equipo, a respetar las reglas del juego, la legalidad y a aceptar las diferencias de los demás.
Este punto, es importante tomarlo en consideración, dado que en los actuales momentos estamos divisando ciertos fenómenos culturales peligrosos que debemos erradicar y prevenir para que no alcancen la “normalización” o “validación” en el imaginario social.