¿Clases? ¡Ni locos!
La posposición de clases por alguna situación imprevista o irremediable no es algo nuevo. En 1965 recuerdo que el colegio al que asistíamos mis hermanos menores y yo, que estaba donde hoy está el Teatro Nacional, interrumpió el año lectivo por la revolución.
Faltaba poco para terminar pues la guerra civil comenzó en abril. Cuando regresamos a clases, ya era casi octubre, mes para comenzar el curso siguiente. Había marines americanos en los techos y todo el perímetro del colegio, quizás por la vecindad con la embajada estadounidense o porque asistían hijos de diplomáticos.
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Ese año las vacaciones de verano las tomamos anticipadamente y al terminar el curso en pocos días seguimos recibiendo clases. Ahora que el tema es el Covid-19, más letal que balas perdidas, no entiendo bien por qué hay tanta incomprensión. La vida y salud de niños y maestros no merece arriesgarse estúpidamente.
Durante tres o cuatro milenios la humanidad ha debido atravesar crisis adaptándose. ¿Es que hoy hay menos capacidad de aguante? ¡Cuántas lecciones nos falta aprender!
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