Clase dominante

Clase dominante

Clase dominante

David Álvarez Martín

De los argumentos más tontos que he escuchado en defensa del golpista Trump es que ha sido bloqueado por las redes sociales y que grandes corporaciones están retirando sus contribuciones a los congresistas que respaldaron las acciones terroristas en el Capitolio, y que esas acciones no son legales. La falta de lectura racional y serena, aquí y fuera de nuestro país, provoca comentarios insensatos sobre temas políticos, sociales, morales y de todo tipo. Las redes sociales y las donaciones son iniciativas privadas que no están obligadas a ser servidas a todos los ciudadanos. La preocupación por los intentos del trumpismo de quebrar el orden democrático en Estados Unidos es del interés de los ciudadanos y ciudadanas de a pie en dicha sociedad, pero también, y de manera eminente, por los dueños de los grandes capitales.

El dominicano que mejor conoció el sistema capitalista tal como funciona en Estados Unidos, y su expresión política y social, fue Juan Bosch Gaviño. En sus 40 volúmenes los jóvenes interesados en convertirse en auténticos pensadores de la historia, la economía y la política de nuestro país, el Caribe, y el mundo encuentran las claves interpretativas para fenómenos que incluso ocurrieron posterior a su pérdida de lucidez. Muchos de los que pasaron por los círculos de estudios y llegaron a miembros en el PLD únicamente alcanzaban a tener una agenda en sus sobacos y repetir lo que leían, pero prácticamente no entendían los elementos esenciales de los análisis de Bosch, eso sí, tenían latente toda la ambición de pequeños burgueses arribistas que desataron una vez la luz mental del maestro se apagó y llegaron al gobierno aliados con los sectores políticos más reaccionarios.

La clase dominante en Estados Unidos es la gran burguesía, quienes detentan la mayor parte de la riqueza de su país y del mundo, por ser una potencia imperial, que a partir de los años 60 constituyó el pentagonismo, como expresión del dominio del aparato militar-industrial sobre todos los actores de la economía norteamericana. Hoy día la alta tecnología de las comunicaciones ha pasado a ser uno de los ejes centrales de dicha clase dominante. Demócratas, republicanos e independientes son peones al servicio del gran capital norteamericano y juegan ese rol mediante un modelo de gobierno representativo, que no representa al pueblo, si no las ganancias de los dueños, accionistas y CEOs de las grandes corporaciones. Esa clase dominante por tanto es a la vez el grupo gobernante en Estados Unidos.

Trump es una variante anómala dentro de ese ordenamiento político, no porque amenace los intereses de la clase dominante, sino porque desestabiliza el entendimiento entre los actores políticos y sociales de los Estados Unidos, y promueve sectores del lumpenproletariado norteamericano con vocación neofascista. Ese tumulto de racistas, homofóbicos, xenófobos, enemigos de las ciencias, con expresiones religiosas fanáticas y misóginos, que son guiados por estúpidas teorías conspirativas debido al bajo nivel educativo que tienen, no puede ser el centro del desarrollo de un país capitalista. Es la excrecencia de una sociedad que los marginó en todos los órdenes y que encontraron en este gobernante egocéntrico y díscolo a un falso mesías que volverá a su vida de lujo una vez deje la presidencia y ellos regresarán a las cloacas de donde él los sacó.Los más violentos, que ya están siendo cazados por los organismos de seguridad de Estados Unidos y que en el mejor de los casos les esperan una o dos décadas en una cárcel federal, deben ser neutralizados en los primeros meses de la nueva administración. Salvo que la clase dominante de Estados Unidos opte por el fascismo como modelo de gobierno, Trump no tiene ninguna posibilidad de ser una pieza importante en la política norteamericana a partir del 20 de enero.

El compromiso de sacar a Trump de la Casa Blanca, sin apelar a la fórmula Kennedy o Nixon, está a punto de materializarse, pero su incitación a la violencia terrorista contra el Capitolio ha obligado a actores que usualmente no intervienen públicamente a manifestarse. Lo hicieron todos los expresidentes vivos, todos los exsecretarios de Defensa, las grandes compañías de redes sociales, el estado mayor conjunto de jefes militares y ahora también corporaciones diversas que rechazanfinanciar a congresistas republicanos. El mensaje es uno solo: ¡Váyase ya Sr. Trump! Se les suma el flujo de altos funcionarios de su gobierno que están renunciando y por supuesto el grueso del Partido Republicano, de perfil moderado, que no desea ser identificado con los criminales trumpistas. La clase dominante norteamericana está halando todos los hilos y resortes del poder estatal de los Estados Unidos para evitar que una figura como el actual presidente siembre el caos y el desorden.