Durante los últimos meses, la República Dominicana ha tenido ocasiones mortificantes, en que se ha visto en la soledad y asediada por organismos internacionales, comunicadores y personajes de prestancia diplomática e influencia internacional.
Se anhelan respuestas solidarias a este embrollo de problemas insulares que padecemos en la actualidad por múltiples causas, y especialmente por decisiones tomadas sobre migración ilegal.
Es solitario el clamor por la justicia. Es solitario el grito de exigencias de cambios sociales. Es solitaria la exigencia de conversiones de corazón y limpieza de podredumbre en el pueblo.
Es solitaria la denuncia del pecado y los males enquistados en las instancias de poder gubernamental, empresarial, y eclesial. Es solitario pastorear a “los que van por caminos de perdición y sendas de destrucción”.
Es solitario manifestar que hay necesidad de “no andar en consejos de malos, en camino de pecadores, ni sentarse en sillas de escarnecedores”.
Es solitario manifestar resuelta y voluntariamente: ¡basta ya! de hipocresía, maledicencia, corrupción, explotación humana, trafico de estupefacientes, enriquecimiento ilícito, criminalidad, violencia, lavado de dinero, influencia política para hacer el mal y mantenerse en el poder.
Es solitario levantar el estandarte de la moralidad y de la decencia. Es solitario llevar la cruz a cuestas hacia el Calvario.
Puede ser solitario y desesperante, clamar por arreglos claros, justos, legales, concedidos, y cimentados sobre los principios de los derechos humanos, que determinan la situación de los migrantes y su legalidad en el país, sin menoscabo a la soberanía nacional, ni de la dignidad de las personas.
Obviando la Sentencia 168-13, del Tribunal Constitucional, y los orígenes enajenantes de la migración haitiana; el gobierno dominicano y las dependencias administrativas-normativas han dado demostraciones fehacientes de tratar de dilucidar y resolver las múltiples dificultades que sobrellevan las situaciones de los inmigrantes ilegales y sus descendientes en el país.
Ha habido fallos y aprietos en la implementación de la regulación que podrían ser considerados como conscientes o inconscientes; sin embargo, se aprecia que la intención de las autoridades es transparente.
Ejecutivos del gobierno de la República de Haití, contravienen a los afanes de las autoridades gubernamentales dominicanas, a acreditados medios de comunicación, a influyentes políticos, y a prestigiosas personalidades.
Las contrariedades que sistemáticamente presentan los ejecutivos y diplomáticos de Haití, están plagadas de triquiñuelas, diatribas, falsas imputaciones y quimeras que tienen visos de insidia e intereses impúdicos.
Es difícil tratar de solucionar el problema que nos ocupa en este momento histórico y se tiende sobre las dos naciones de la isla. Esto es así, por las discrepancias y las sospechas que existen durante generaciones por hechos políticos.
A esto se agrega por la tendencia de algunas jefaturas gubernamentales de otros países y aptitudes y predisposición de representantes de organizaciones regionales e internacionales.
Para aminorar la tensión, sobrellevar la pesada carga y rescindir el presente impasse, se necesita restaurar el diálogo entre los dos pueblos. La observación diáfana de las organizaciones internacionales, la tranquilidad emocional del los ciudadanos de la dos pueblos.
Para la República Dominicana, es imprescindible que los diplomáticos tengan experiencia, firmeza, discernimiento, y valentía, a fin de confrontar apropiadamente a los personajes que tienen raigambre y adversas intenciones.
Los representantes dominicanos deben estar bien preparados al tratar de emitir voz de presagio y soluciones para enmendar mala conducta o nefasta tendencia de los contendientes. El clamor es solitario; mas, se espera que finalmente se tengan respuestas solidarias.