suspensión de las elecciones municipales el pasado 16 de febrero, no sólo fue un hecho insólito que dejó al país estupefacto, sino también un atentado contra la democracia en República Dominicana.
Lo que vimos el domingo, rememora los tiempos de los marullos y chanchullos electorales, en los que los procesos, aunque fueran cuestionados, nunca fueron suspendidas las votaciones.
Aunque haya justificación para hacerlo, suspender las elecciones por fallos que no aseguraban un proceso transparente libre de cuestionamiento, nos alerta que vivimos todavía en una pseudodemocracia, así como la necesidad de fortalecer la institucionalidad, rol de las fuerzas políticas, el riesgo económico y la reafirmación del civismo de los dominicanos.
1. Vivimos en una pseudodemocracia: Aunque hemos superado las tiranías, disfrutamos de una pseudodemocracia, es decir en una democracia de mala calidad. No obstante, la Constitución consagre el respeto a las libertades y los derechos fundamentales, con la suspensión de las elecciones se desconoció el sagrado derecho del pueblo a elegir en el tiempo que lo estipula la Carta Magna.
Pero también se está vulnerando con represión, el derecho a la expresión de jóvenes que protestan frente a la JCE indignados por la actuación de dicho estamento.
2. Debilidad institucional: Pese a todas las pruebas realizadas previamente a las elecciones, la Junta Central Electoral no pudo prever o controlar una situación que puso en riesgo, no sólo el sistema electoral sino la paz y la cohesión social en el país.
3. Rol fuerzas políticas: Frente a la crisis, las fuerzas políticas en contienda, más que aportar soluciones, exhibieron un triunfalismo preocupante que contrastaba con el mínimo del 12% de municipios operando votaciones al momento de la suspensión y se acusaron entre sí de manipular el proceso electoral.
4. Efectos económicos: Según los análisis económicos posteriores al domingo, suspender las elecciones tiene repercusiones económicas para el país por los gastos que implica realizar una nueva elección, y, como dice Ernesto Selman, por las incertidumbres que se generan que afectan la percepción del riesgo país, el clima de negocios y las inversiones.
5. Civismo del pueblo: A diferencia de otros contextos en los que situaciones similares comprometen el orden público y la paz social, el pueblo dominicano mantuvo la cordura propia de una nación pacífica que apuesta siempre por la armonía y la esperanza, aunque el panorama luzca aterrador.