A pocas horas de que termine el año, la desaparición de Roldany Calderón continúa siendo una herida abierta para su familia y para la comunidad. El paso de los meses no ha traído respuestas claras, pero sí ha reforzado una pregunta que permanece sin resolver: ¿Dónde está Roldany?
Aquella mañana fresca en la comunidad de Los Tablones, en Manabao, como es habitual en Jarabacoa, provincia La Vega —conocida por sus intensos follajes verdes, ríos, árboles y siembras—, el ambiente transcurría entre el silencio y la cotidianidad. Los sonidos no eran ruidosos ni completamente ausentes, apenas los necesarios para pasar desapercibidos entre los adultos durante aquel fatídico lapso.

En ese entorno se encontraban tres niños jugando en el patio de una tía. Uno de ellos era el pequeño Roldany, de apenas tres años, cuyo paradero se desconoce desde entonces.
Aquel 30 de marzo, su presencia se desvaneció como el ocaso al caer la noche. La angustia comenzó a brotar de inmediato entre los familiares, quienes al notar su ausencia iniciaron una búsqueda desesperada.
Con el paso de las horas, la preocupación dejó de ser solo familiar y se extendió a los vecinos, a la comunidad y finalmente a las autoridades. A la búsqueda se sumaron dificultades propias del terreno: caminos enlodados, densa vegetación y viviendas dispersas a lo largo de grandes distancias, lo que agravó la situación ante la ausencia de testigos que pudieran haber presenciado lo ocurrido.
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La zona, montañosa y rodeada de ríos, movilizó a cuerpos especializados de la Policía Nacional, el Ejército de la República Dominicana (ERD), el Sistema Nacional de Emergencias 9-1-1, el Cuerpo de Bomberos, voluntarios comunitarios y agentes de la Dirección Central de Investigación (Dicrim).
No se escatimaron esfuerzos para dar con el paradero del menor. Se realizaron entrevistas a más de 15 personas, entre ellas su madre, Carolin Vargas, y su padre, Efraín Calderón. Sin embargo, los días pasaron sin rastros del pequeño de ojos oscuros, cabello claro y mirada intensa, tal como lo mostraban las fotografías difundidas por sus familiares.
La comunidad, habitualmente marcada por la lejanía y el aislamiento, se convirtió en un epicentro de operaciones de búsqueda que reunió a cientos de personas con un único objetivo: encontrar a Roldany Calderón.
Con el tiempo, la inquietud trascendió las zonas frías del Cibao. Surgieron sospechas y también críticas por parte de allegados y comunitarios, quienes manifestaron su inconformidad con el manejo del caso, señalando la falta de resultados y cuestionando las estrategias empleadas. Paralelamente, la opinión pública nacional comenzó a especular sobre los hechos, manteniéndose en vilo ante cada información relacionada con la desaparición.

Tras una semana de intensas labores, el operativo dio un giro. Además de las búsquedas, se realizaron allanamientos en comunidades de Jarabacoa y zonas aledañas. Se incorporaron herramientas tecnológicas como drones, análisis de cámaras, rutas y nuevas entrevistas, pero sin resultados concluyentes. Roldany no fue localizado, no se encontraron huellas del menor y no se estableció una versión clara de lo sucedido.
Las autoridades no señalaron a ninguna persona en específico como responsable de la desaparición, pese a que el caso superó el mes de investigación sin avances positivos. Entre las hipótesis surgió la posibilidad de que el niño hubiera caído a un río cercano al lugar donde fue visto por última vez, según relataron familiares. Sin embargo, aunque esta versión fue considerada plausible, no se hallaron evidencias que la confirmaran.
Hoy, nueve meses después, el caso continúa sin pistas, sin responsables y sin respuestas. Roldany sigue desaparecido.
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Génesis García
Amante de la buena comida, las buenas conversaciones y la comedia. Voiceover y Periodista, me gusta escribir de turismo y temas sociales.