Todos sabemos cómo la educación influye decisivamente en el desarrollo. Millones de páginas se han escrito sobre este aspecto y existen miles de historias individuales que pudieran contarse sobre escuela y transformación social.
Una parte de la sociedad dominicana colocó a los políticos dentro de una olla de presión para lograr el cumplimiento de la ley respecto a la entrega de recursos equivalentes al 4% del PIB para la educación.
Movilización social para hacer cumplir una ley es algo frustrante, porque es clara señal de pobreza institucional. Las leyes se cumplen y punto, sin que haya que aplaudir a nadie ni registrar el hecho como un logro.
En ese contexto –aunque fui parte- de la lucha por el 4%, en un país con una presión tributaria de 14% y donde prevalece una cultura de evasión fiscal- me dejó un sabor amargo. Ahora construimos escuelas, instalamos tanda extendida, combatimos el analfabetismo, hablamos de preparar mejor a los maestros y entendemos que crecemos en cobertura escolar.
Algo me inquieta.
He conocido a un joven emprendedor que en estos días me ha hecho entender un tema que merece especial atención: la inclusión tecnológica.
Las relaciones de producción están cambiando, la productividad incluye paquetes tecnológicos para lograr resultados a mayor velocidad, ganando calidad y con menos manos interviniendo. El Internet de las cosas y el lenguaje de las máquinas marcan, en definitiva, una nueva era.
Es posible que en el país estemos gastando un montón de recursos para una educación que servirá de poco y que, irónicamente, formará ciudadanos para la exclusión social, limitados a una insularidad geográfica y cognitiva.
Si yo fuera el Presidente de la República llamaría a Chris Corcino, un joven ingeniero que ha ayudado a crear el plan “Programación como segundo idioma” en la escuela Santo Domingo Savio de Jarabacoa.
Yo escuché a Corcino y me convencí de que la digitalización y la automatización de la economía requieren un reenfoque de la educación, que consiga un equilibrio virtuoso entre lo humanístico y lo tecnológico.