Tras abordar un carrito en el Parque Independencia, un pensamiento ocupó mi imaginación, me alejó por unos minutos de la realidad y de todo lo que hablaba el resto de los pasajeros. En una especie de burbuja mental que transitaba a la velocidad del Sonata en que viajaba; empecé a reflexionar:
En la fauna electoral dominicana hay partidos que existen, que reciben fondos de la Junta, tienen un local, símbolos, pero no tienen una ideología. Su dirigencia no es capaz de denunciar ninguna de las problemáticas que afectan a la nación. Realizan maratónicas reuniones pero los resultados de estas son tan herméticos como los salones de las logias.
Algunas de estas organizaciones en algún momento recibieron el respaldo de una parte importante del electorado, eran vistas con buenos ojos, pero tras la muerte de sus fundadores y con una práctica tan parecida al modus operandi de las garrapatas, poco a poco fueron desapareciendo. Están ahí pero pero es como si no estuvieran.
Son partidos cuyos locales se convirtieron en una dirección, en un parqueo, en un punto de referencia para los transeúntes de la ciudad, pero ya no son opción para el electorado.
Mientras las siglas políticas se sucedían una tras otra en las fachadas de las edificaciones de la avenida de los partidos (la Bolívar), la voz tierna de una doñita me sacó de mis pensamientos o quizás le dio el mejor ejemplo a mi reflexión: «chófer, en el PRI».