La República Popular China, el país más poblado de la tierra con más de 1,300 millones de habitantes y con la superficie terrestre más grande, logró en la era de Deng Xiaoping, aquel líder pragmático post Mao Zedong, alterar la vida del chino, permitiendo una serie de reformas; institucionales y económicas, que conllevaron la adopción de un esquema de desarrollo muy similar al tipo capitalista.
Una de estas reformas tuvo que ver con el sistema escolar, cuya mejoría y competitividad a nivel mundial era indispensable para el progreso y prosperidad de la futura sociedad china.
Para medir la eficacia de los sistemas de escolaridad, comúnmente se utiliza el programa desarrollado por la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OECD) denominado PISA, que significa Programa para la Evaluación Internacional de Alumnos. En la más reciente evaluación PISA, la ciudad de Shanghái, la cual es utilizada como modelo piloto del sistema educativo de China, ocupó el primer puesto.
¿Y cuál ha sido la vía para que en solo tres décadas uno de los distritos escolares de esa ciudad ocupe el primer lugar?
Sencillo: un compromiso con la actualización del profesorado, una constante evaluación del desarrollo profesional del mismo profesor, la participación activa y permanente de los padres, la persistencia en mantener los estándares más altos, y una cultura que valoriza el respeto al profesor y premia la educación.
Comúnmente las clases se inician a las 8:30 de la mañana, y concluyen a las 8:30 de la noche, donde la instrucción es meticulosamente programada, y donde no se concibe la pérdida de tiempo.
Mucho quisiéramos que nuestro 4% contribuya a una mejor sociedad en el mañana, pero para ello, como se ve, se necesita algo más que movimientos cívicos y aportes monetarios. Se necesita más vocación y mejores disciplinas.