“Yo pisaré las calles nuevamente/de lo que fue Santiago ensangrentada…”
Pablo Milanés
El espectacular triunfo de Gabriel Boric en Chile, no solo representa una victoria para los sectores progresistas del más austral de los países de América Latina, también constituye el triunfo de la esperanza sobre el miedo. Y eso tiene una trascendencia más grande que Los Andes.
Desde el infinito, Salvador Allende y el bardo Pablo Neruda celebran junto a Víctor Jara y Violeta Parra.
Sin el respaldo en primera vuelta de los partido políticos tradicionales, el candidato del Frente Amplio y el Partido Comunista fue apoyado por la alianza de izquierda “Apruebo Dignidad” y logró imponerse sobre el ultraderechista José Antonio Kast.
Con un discurso abiertamente de izquierda, en contra de las Administradoras de los Fondos de Pensiones (AFP), y firme defensor de los derechos de la mujer, de los estudiantes, los grupos LGBT, los indígenas y los jóvenes, Boric representó y representa un renacer de ese Chile humillado y abusado por la dictadura de Augusto Pinochet (1973-1990).
Boric, quien será a partir de marzo de 2022 el presidente más joven de la historia de Chile, consiguió, tras quedar segundo en la primera vuelta, superar a José Antonio Kast, gracias a que su propuesta sintonizó con los sectores populares y de clase media desencantados hasta la frustración con los partidos tradicionales, cuyo descontento y rechazo se hicieron palpables con el estallido social de 2019.
Ha sido el candidato con mayor número de votos recibidos en la historia de Chile: más de 4,6 millones. El padrón electoral tiene 8,3 millones de votantes.
Superó así el caudal de 4 millones de votos que había logrado el expresidente Eduardo Frei en 1993 y que lo hacían hasta ahora el más votado de su país (solo que ahora el voto no era obligatorio como entonces).
Escuché con atención su primer discurso inmediatamente después de su indiscutible victoria, donde reiteró su compromiso con esos sectores tan brutalmente reprimidos por el gobierno de Sebastián Piñera. Me pareció un hombre con la cabeza bien puesta, un hombre consciente de lo que necesita su país para superar la desigualdad y la pobreza.
Boric tiene una gran responsabilidad; y consiste en no defraudar a quienes depositaron su confianza en él y quienes -como yo-, desde lejos aspiramos a que haya un mundo mejor. Donde ningún niño pase hambre por falta de alimento, donde haya más oportunidades para la educación de los jóvenes, y que trabajen y progresen honradamente.
No será fácil. Los remanentes de la dictadura pinochetista, todavía, tienen un peso específico insoslayable. El discurso de odio todavía es fuerte en la tierra de los mapuches.
Termino este año con alegría, pues entiendo que el triunfo de Boric es la demostración de que en Chile -como en el resto de nuestra querida América Morena- es posible vencer el odio con amor, con amor a la Patria, a la Justicia. La esperanza pudo más que el miedo y no hay marcha atrás.