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‘Cerrar para abrir’ es el gran aprendizaje que me deja el 2025

Hay años que pasan sin hacer ruido, como quien cruza una habitación en puntillas para no despertar recuerdos, pero hay otros como este 2025 que mueven todo: la mirada, los pasos, la voz interior que insiste en preguntarnos qué elegimos sostener y qué necesitamos dejar ir para poder seguir.

Este ha sido, para mí, un año de grandes retos y pérdidas, pero también de conversaciones profundas conmigo misma, no de esas que se hacen en voz alta para que otros escuchen, sino de las que se responden en silencio y con absoluta honestidad.

Descubrí que hay ciclos que no se cierran solos; requieren valentía, reconocimiento y ese acto casi sagrado de soltar sin resentimiento, juicio y miedo.

He aprendido que el tiempo nunca llega tarde, llega cuando estamos listos.
Las pérdidas, los logros, los afectos que se transforman, las puertas que se abren y también las que se cierran con un portazo… todo tiene su ritmo, enseñanza, peso y luz.

Este fue el año en que entendí que avanzar no es correr ni sostener, mucho menos aguantar por el bienestar o deseo de terceros porque este año comprendí mejor que avanzar es caminar con conciencia, aun cuando el camino cambie de forma sin avisar.

También confirmé que la palabra tiene un poder que no se gasta y que escribir es una forma de estar, ya que cada texto que llega a ustedes desde mi escritorio es una conversación que no termina, una invitación permanente a mirarnos con claridad y sin culpa, a reconciliarnos con la idea de que ser quienes somos cuesta… pero vale mil veces ser auténticos.

Tengo la certeza que, con cada entrega de esta columna, aprendimos juntos. Y en ese ejercicio compartido, entre palabras y pausas, fuimos tejiendo una red invisible de sentido, donde cada reflexión llevaba el mensaje de vivir con más conciencia, humanidad y verdad.

El 2025 me dejó aprendizajes que no caben en un solo cierre de año, pero sí puedo resumirlos en tres certezas: la gratitud sostiene, la coherencia ilumina y la calma guía. Y aunque no siempre logré mantenerlas en equilibrio, siempre regresé a ellas cuando todo lo demás parecía moverse demasiado rápido o derrumbarse.

Gracias por acompañarme
Hoy, mientras escribo la última columna de este año, elijo detenerme unos segundos en lo esencial: en quienes me leen con atención, en quienes encuentran en estas líneas un espejo, una alerta o una caricia… y la comparten con los demás. Gracias por acompañarme, por sostener este espacio que me recuerda que escribir no es solo oficio, es compañía.
Que el año que termina nos regale claridad para cerrar sin culpa. Que el año que viene nos encuentre listos para abrir sin miedo. Nos seguiremos encontrando, siempre desde mi escritorio y siempre desde lo esencial.

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