Es casi inconcebible una república sin poderes legislativo, judicial y ejecutivo independientes.
Pero este jueves me pregunté seriamente si nuestro Congreso sobra. Quizás es un estorbo al progreso que pudiera sustituirse por un órgano con pocos sabios y prudentes ciudadanos sin interés mayor que el bien patrio.
Sé que es quimérico. Razones sobraban para imaginar tal portento, tras ver cómo los honorables diputados aprobaron sin lectura previa ni informe de comisión –motivados por el vocero del PRM— otro préstamo, de US$100 millones del Banco Mundial contratado en septiembre por Abinader.
El mismo día, los diputados del PLD abandonaron la sesión al discutirse el Presupuesto Nacional para irse a una reunión partidista, ganándose un boche del obispo Castro Marte, que los llamó “irresponsables”.
Como si no bastase, el Senado está considerando una “amnistía crediticia” dizque por el Covid-19, un insólito despropósito, que devastaría al sistema bancario agravando en vez de aliviar la crisis, pues ese dinero adeudado no es de los bancos sino de los ahorrantes, el propio pueblo. ¡Cuánta solemne añepidez!