Con apenas días de diferencia, dos muertes conmocionaron al mundo: la de Nelson Mandela y Paul Walker.
De ambas, sin duda, la más cargada de sacrificio y enseñanza fue la de Nelson Mandela, cuya perseverancia y capacidad de perdón son un referente que lo lleva a disputar honores con aquellos que se plasman en escrituras bíblicas.
¿Cómo después de tanta injusticia este hombre fue capaz de no guardar rencor?
Las muestras de dolor y reconocimiento alrededor del planeta son una evidencia de que aquellos que buscan el camino de la justicia y se conducen con honor y entereza sobreviven su muerte terrenal, a diferencia de aquellos, que preocupados por su paso circunstancial en el mundo de los mortales, se concentran sólo en acumular riquezas a expensas de los que los rodean.
Son muchos los que con afanes de grandeza deberían ver cuál es la forma real de lograrla, que no es otra que la de perseverar en los valores e ideales y no tomar el camino fácil del discurso vacío y el engaño de sus gobernados.
Al final de sus días, no importa cuánto se haya invertido en enmascarar la verdad, la historia basada en los hechos documentados tendrá la última palabra.
Por otro lado, está la muerte del conocido Paul Walker, fallecido trágica e irónicamente en un accidente de auto, muy a destiempo, a los 40 años.
Walker, junto a otras estrellas de la pantalla, nos hizo vivir una y otra vez emociones a través de las ya conocidas películas “Fast and Furious”.
¿Qué podría tener de común con Mandela?
Probablemente nada, pero para muchos, incluyéndome a mí, Walker es un liberador moderno, un producto de una sociedad que utiliza mecanismos que no siempre son de conocimiento público como alternativas de soluciones.
En sus películas, Walker originalmente era un agente policial infiltrado en el mundo de lo que llamaríamos “Tuners”, detrás de delincuentes que al final resultaban más puros y con mejor corazón que sus perseguidores.
Walker no impactó el mundo con lo que hizo, pero sí, por el breve espacio que le dedicamos en sus películas, nos hizo sentir liberados. Siempre será un semidiós que nos mostraba cómo una máquina ideada por el hombre podía hacernos sentir “invictos”.
Así pues, mientras Nelson Mandela tendrá siempre un espacio en el corazón de los que buscamos la justicia, Paul Walker siempre provocará una sonrisa en todos los que, en un mundo lleno de falsedades, el rugir de una maquina nos desconectaba de falsas reglas y podridas autoridades.
Espero que ahora mismo Mandela esté disfrutando viéndolo hacer ceritos.