CARACAS, Venezuela.-Cuando mira a través de las vitrinas de una tienda de electrodomésticos del centro comercial Sambil, uno de los más grandes de Caracas, Aleimar Sánchez ve algo más que un negocio con problemas, cuyas estanterías están casi vacías.
Ve el deterioro económico de todo un país. “Se siente mucha decepción, hasta amargura al pensar en un país tan rico que está cada día más acabado”, afirmó Sánchez, una comerciante de 39 años.
Por años los centros comerciales le han permitido a los venezolanos vivir en una burbuja de opulencia y tener un refugio seguro contra la creciente delincuencia, pero hoy enfrentan el riesgo de desaparecer ante las serias dificultades económicas que padece el país petrolero y unas nuevas regulaciones de los alquileres.
Lejos de verse abarrotados como hasta hace poco tiempo, los centros hoy muestran una desoladora cara con algunos locales cerrados y comercios con estantes vacíos en los que solo pululan aburridos vendedores que matan el tiempo leyendo, navegando por el internet o charlando con sus colegas.
La falta de mercancía, generada por problemas con las importaciones y retrasos en la venta de divisas oficiales, ha obligado a muchos comerciantes a hacer malabarismos y espaciar la distribución de sus productos en las vitrinas para tratar de darle vida a sus tiendas y disimular la recesión que enfrentan.
En los pasillos de los conglomerados comerciales el escenario es aún más dramático. Algunos corredores permanecen medio oscuros y desaseados, con escasa presencia de vigilantes debido a los fuertes recortes de gastos de servicios que hicieron los condominios de los centros comerciales para tratar de sobrevivir.
En algunos casos ello implicó el despido de cerca de 60% del personal de seguridad y mantenimiento, indicó a la AP un ejecutivo del sector que se abstuvo de dar su nombre debido a que no estaba autorizado a hacer declaraciones.
“Me da lástima Venezuela porque vemos que va para abajo…va declinando y cada vez como que encontramos menos cosas”, comentó Sánchez al expresar malestar por el aumento de la escasez de productos en el país.
“Hace un año atrás yo venía los fines de semana a comprar y hacía mis mercados de mi ropa y ahorita no he podido porque los precios están muy elevados y no hay mucha variedad en algunas tiendas”, afirmó Libia Molleja, una estudiante de comercio internacional de 18 años, mientras observaba a través de una vitrina unos maniquíes con desaliñados vestidos en medio de un local de trajes de dama semivacío.
Las tiendas de ropa, cosméticos, medicinas, juguetes, librerías y electrodomésticos de los centros comerciales son las que se observan más golpeadas por la escasez con estantes casi vacíos, y en algunos casos con locales cerrados desde inicio de año.
Aunque el desabastecimiento no es algo nuevo, en los últimos meses se a acentuado por la falta de bienes básicos como el papel higiénico, productos para el aseo personal, medicinas para tratamientos del cáncer y sida, y diversos alimentos.
El desabastecimiento es, junto con la inflación y la creciente delincuencia, uno de los principales reclamos que han movido las protestas callejeras de los últimos meses en el país.
La escasez de productos que enfrentan algunas tiendas tiene que ver con una decisión de noviembre pasado del presidente Nicolás Maduro de rebajar los precios en más de 30% para tratar de combatir la galopante inflación, que alcanzó en febrero una tasa anualizada de 57,3%.
La gran rebaja de precios animó frenéticas compras a finales del año pasado, lo que originó que muchos locales quedaran casi vacíos.
La posibilidad de que esos comercios puedan reponer sus mercancías en el corto plazo resulta remota debido a que no disponen de inventarios y no saben cuándo podrán recuperarlos, según indicaron a la AP algunos de los vendedores y encargados de las tiendas.
Marielis Alfaro, una vendedora de 20 años, indicó que durante este año no ha podido recibir mercancía para su pequeña tienda de accesorios de teléfonos móviles, cuyos estantes están casi desocupados, y afirmó que el destino del local es incierto debido a que no sabe cuándo podrá reponer los inventarios.
“Obvio que (quisiera) vender, pero si no hay no queda de otra”, dijo resignada Alfaro mientras navegaba en el internet para pasar el tiempo. Las ventas así como las visitas al popular centro Sambil han caído de manera dramática, según Alfaro.
“Esto preocupa, pero ¿qué puede hacer uno?”, expresó la vendedora. Maduro suscribió a comienzos de este mes un acuerdo de cooperación con 11 empresas, algunas de las cuales resultaron afectadas por las masivas compras de finales del 2013, para lograr “abastecimiento, producción y precios justos para ir equilibrando la economía”.
Los dirigentes empresariales han reconocido que el retraso de varios meses en la entrega de las divisas oficiales por parte del gobierno, así como la indefinición sobre la cancelación de millonarias deudas con proveedores externos, mantienen a muchos comercios paralizados y sin hacer ningún tipo de inversión o compra a la espera que se aclare el panorama económico del país.
El sector de los centros comerciales, que entre finales de los 90 y el 2007 vivió un importante auge gracias al salto del consumo que le permitió pasar de 250 conglomerados comerciales a unos 400 en todo el país, encara otro problema: una regulación que aprobó Maduro en noviembre pasado que redujo drásticamente los alquileres comerciales en un intento por abatir la inflación.
El gobernante izquierdista acordó que los cánones de arrendamiento “no podrán exceder de un monto mensual equivalente a 250 bolívares (unos 39 dólares) por metro cuadrado”.
El tope de alquileres, sin embargo, ha implicado para las administradoras de los centros comerciales una reducción de cerca de 75% en sus ingresos, según Claudia Itriago, directora ejecutiva de la Cámara Venezolana de Centros Comerciales, Comerciantes y Afines.
El gobierno se encuentra en este momento en negociaciones los representantes de los centros comerciales para definir una nueva ley de arrendamientos que les permita mejorar las finanzas y superar la compleja crisis.
La propietaria de una peluquería del lujoso centro comercial capitalino El Tolón, que habló en condición de anonimato alegando que no le gusta meterse en política, dijo a la AP que a raíz de la regulación de los alquileres los administradores del conglomerado redujeron la vigilancia y los servicios de mantenimiento.
Ello, indicó, podría hacer que recrudezca la delincuencia en estos centros, agravando el problema.