Las competencias de los deportes olímpicos son cíclicas y quienes se ocupan, desde las canchas hasta las oficinas, se dedican a lo suyo todo el año, a pesar de que la notoriedad les llega gracias al día de las competencias, cuando alcanzan una medalla.
Esta vez ha sido el caso de los juegos de San Salvador, donde el deporte dominicano ha ratificado el puesto alcanzado en Barranquilla, esta vez sin la crisis del regreso a casa de los deportistas y algunas medallas más.
De la lista de los países con más preseas, me llama la atención la cifra de oro de Puerto Rico, igual que la dominicana, pero insuficiente para reclamar una posición equiparable o de primacía por haber estado a la delantera durante gran parte del tiempo de las competencias. Los deportistas dominicanos alcanzaron más plata que los de Puerto Rico (36/27) y la cifra final 111 (total RD) frente a 96 (total PR) fue más elevada.
También me llamó la atención que durante los primeros días de competencias oía que Guatemala aventajaba a República Dominicana y cuando iba al medallero nunca veía el nombre de este país y me daba, en cambio, con Centro Caribe Sports, que al final acumularía 17 medallas de oro, 27 de plata y 35 de bronce (79, total).
¿Por qué —pregunté— no encuentro a Guatemala, el país que nos tiene abajo, tragando polvo, y encuentro en cambio este nombre?
Gracias a mis amigos de la prensa deportiva pude despejar el misterio y la sórdida realidad subyacente, de la que daré algunos datos más adelante, porque antes paso explicar por qué esta nota sobre resultados del deporte en una página en la que suelen ser encontradas opiniones políticas y a veces de corte cultural.
Lo hago porque veo en el deporte una actividad importante a la que debe ir una buena parte del dinero del Estado como inversión pública (y esto es política), porque los recursos puestos en esta canasta deben ser cuidados con celo familiar visto su fuerte impacto en el amor propio, en el entusiasmo de la población ante unos resultados positivos y por la alternativa abierta con ellos ante los ojos de una parte de la juventud, que al escoger este camino puede formarse profesionalmente, representar a su país en el plano internacional y poner a vibrar a sus compatriotas cuando se imponen y suben al podio.
Cuando los deportistas han sido formados con recursos técnicos nacionales, en instalaciones deportivas propiciadas por las inversiones públicas y con la intervención de técnicos pagados con recursos del Presupuesto Nacional, los resultados tienen un sabor. Cuando los atletas llegan formados de otro país y compiten bajo nuestra bandera, tienen otro.
Y, como había adelantado… el caso de Centro Caribe Sports.
De acuerdo con las versiones recogidas, las rencillas, desorden o incapacidad para llevar adelante los asuntos olímpicos provocaron la intervención del Comité Olímpico, un hecho que impide la participación del país en las competencias del ciclo, pero no a los deportistas a los que se les protege bajo un trapo blanco. Una pena, porque cuando ganaba un deportista guatemalteco subía la bandera blanca de Centro Caribe Sports, y el himno de su país no sonaba.
¿Nos puede pasar? Pregunté. Me dijeron que sí, me dijeron que sí, me dijeron que sí…