“Fue un caso único en la historia”, nos decía entre cucharadas de una crema de guisantes.
Nacido en 1944, meses antes de terminar la 2da. Guerra Mundial, sufrió en su niñez y adolescencia la crudeza de la deforestación, la división y el hambre.
Repartido el territorio coreano entre las dos potencias victoriosas, pronto entraría en guerra, dejando al sur sin industrias ni energía.
La Unión Soviética boicoteaba entonces con su ausencia el Consejo de Seguridad y Taiwán ocupaba el asiento chino. No hubo así veto para que la ONU interviniera a favor de Corea del Sur, deteniéndose el conflicto sólo por la muerte de Stalin.
De la mano de la ONU y con el apoyo de tantos países solidarios, Corea iniciaría el largo camino hacia la cima en que hoy se encuentra.
Una larga vida no es suficiente para quien sólo sabe trabajar. Después de dejar la Secretaría General de la ONU en 2016, el coreano Ban Ki-moon fundó en Viena el Centro para los Ciudadanos Globales y preside la Asamblea del Instituto Global para el Crecimiento Verde (GGGI) con sede en Seúl.
Lo acogí en mi mesa como invitado principal en la cena de la 1ra. Semana Dominicana en Corea, junto al Presidente del diario “Korea Times”, al Director de Cooperación y a tres colegas embajadores.
La ensalada de bogavante lo encontró taciturno. “Hice todo lo posible por la paz mundial… Aún así no pude lograrla”.
Lo que sí nos dejó no es nada despreciable: los objetivos de desarrollo sostenible y el acuerdo de París sobre Cambio Climático, adoptados por consenso en 2015.
Cuando sirvieron el bombón de chivo –el manjar más exquisito de la noche– nos contaba cómo aterrizó el 14.1.2010, apenas dos días después del terremoto, sin encontrar liderazgo alguno a la altura de los acontecimientos.
“Todos esperaban pasivamente a que otros recogieran lo que la naturaleza derrumbara o que les pagaran por hacerlo. ¡Sus propias viviendas y negocios!”
Qué diferente fue en Corea, donde después de la guerra toda la sociedad se volcó a reconstruir, a reforestar y a regenerar la producción.
El pescado en salsa de coco lo llevó a las series coreanas de Netflix. “¿Ya vieron ‘Surinam’? Imaginen que le ponen ‘Corea del Sur’ a una serie mafiosa. ¿No protestaríamos también?” Filmada en la RD, cambió de nombre a “Narco-santos” en otros idiomas.
La cena concluyó con unos postres suculentos y un Barceló Imperial de digestivo. Momento culminante para tratar la guerra de Ucrania.
“Esta es una guerra innecesaria que pretende justificar la anexión ilegal a Rusia de territorios ucranianos”, como ya dijera públicamente en repetidas ocasiones.
Ninguno pudo cuestionar la evidencia de la historia: mientras el oprimido no pierda, el opresor terminará por retirarse desgastado. Así le pasó al Reino Unido en los EE. UU., a Francia en España y a la propia Unión Soviética en Afganistán.
Justo entonces llegó María Marte a saludar, recibiendo el merecido aplauso de los 68 comensales de esa noche, entre los cuales nuestras esposas, numerosos empresarios, el Viceministro de Energía y el Director del Departamento Aeroportuario.