Ana Blanco
Celebra tus logros, claro que sí. No hay una mayor satisfacción personal que cumplir una meta que te hayas propuesto. Primero, la liberación de haber llegado, cuando en ocasiones pensabas que no lo ibas a lograr y, después, la profunda alegría de cerrar el ciclo.
Es verdad todo eso que dicen de que lo importante es el proceso, lo que aprendes por el camino, pero nada se compara con efectivamente lograrlo. Y hay que permitirse celebrar, brillar si es necesario.
La modestia y la humildad son buenas virtudes, pero cuando hay que reconocer un logro, no es sólo que los demás lo hagan, es que uno mismo mire hacia dentro y se felicite. Nos enseñan a ser muy autocríticos, a siempre buscar una perfección que no existe, pero no nos dan tantas herramientas para ser capaces de reconocer todo lo bueno que uno tiene. Eso es un trabajo que tenemos que hacer por nuestra cuenta.
Y no es que tengas que ir pregonándolo, contándoselo a todo el mundo. No. Es una celebración privada, íntima, que es la más maravillosa. Mirarte en un espejo y decir: “Lo has logrado, eres un campeón”. Y eso no hay nada que te lo ensombrezca.
Y aunque lo que digo debería ser algo normal, no lo es tanto. Siempre encontramos otra nueva meta, o algo que autocriticarnos, como que la satisfacción completa no nos es permitida.
Si logras romper con ese mandato, te permites reconocer tus éxitos, eso te inyecta una fuerza increíble para seguir hacia delante, tu autoestima se refuerza y todo alrededor se ve de otra manera. Y si te das cuenta en esta ocasión sólo hablo de logros, porque sí, porque los fracasos también llegan, pero esa es otra historia.
Hoy, celebra todo lo bueno que has logrado, porque lo mereces. Punto.
