Desde hace tiempo, las debilidades institucionales en los clubes deportivos y culturales han traído como consecuencia que pequeños grupos enquistados en ellos, casi desde sus orígenes, se hayan apropiado de las instalaciones, las que usufructúan como si fueran de su propiedad.
Hasta la fecha, que se sepa, esa anómala, penosa y pecaminosa situación representa una gran vergüenza para todos, pero en especial para los organismos del Estado a los que están asignadas esas estructuras, la mayoría ubicadas en sectores populares.
Hace unos días, el exbaloncestista Evaristo Pérez, quien ostenta funciones en el área de deportes del Ayuntamiento del Distrito Nacional, tras una columna que publicamos hace unos meses, me comunicó que tenían programado el rescate de canchas y otras instalaciones que prácticamente están en manos de particulares.
Esperamos los resultados de esas intervenciones en los próximos días, porque se hace perentorio que los organismos que tienen que ver con su buen funcionamiento se pongan “pantalones largos” y apliquen la ley sin contemplaciones y al pie de la letra.
Una muestra de irresponsabilidad, la ejerce la misma Justicia, algo sencillamente increíble, porque hasta ahora no ha hecho absolutamente nada con relación al despojo de millones de metros cuadrados del complejo La Barranquita, a pesar de que hace varios años que tiene ese expediente, muy bien sustentado.
Y si eso pasa con una instalación de primer orden como esa, que fue sede de los XVI Juegos Centroamericanos y del Caribe, ¿qué no puede estar ocurriendo con canchas y techados ubicadas en diferentes sectores populares?
Hay casos y cosas como estas que solo tienen explicación en nuestro país.