Lamentablemente, la política se ha involucrado desde tiempos remotos en todas y cada una de las actividades humanas, incluso aquellas que se supone deben estar libres de su intervención, como es el deporte y las artes.
Ese involucramiento se ha hecho cada vez más abierto, cuando los políticos y países con mayor peso en diversos organismos, entorpecen la participación de atletas que en nada tienen que ver absolutamente con los conflictos geopolíticos de las potencias hegemónicas.
La política es la ciencia que se aboca al estudio de las relaciones de poder en el que interactúan en un entorno histórico y cultural, pero la aplicación de ese dictado, por necesidad, debe tener algún tipo de restricciones.
Las restricciones a la participación de deportistas de países que en un momento histórico tengan conflictos de intereses, no debe utilizarse para restringir la participación en competencias internacionales.
Ese tipo de obstrucción, comenzó durante la Guerra Fría en 1980, cuando los Estados Unidos y otros países, se unieron para boicotear los Juegos Olimpicos celebrados en Moscú, país que tomó esa misma medida con los Juegos de 1984 efectuados en Los Ángeles, Estados Unidos.
Ha pasado más de medio siglo, y todavía hoy se sigue apostando a impedir la participación de atletas de naciones con enfrentamientos con las naciones enfrentadas por el control político y económico.
Los últimos atletas que sufrirán esa terrible pesadilla con los rusos y bielorrusos, países que están en la lista negra de las naciones occidentales por la guerra en Ucrania.
No es justo que solo 15 atletas rusos, como neutrales, hayan sido aprobados por el COI para competir en los Juegos de París 2024. Esa es una práctica que debe cesar para siempre.