Continué mi viaje al sur en Santa Cruz de Barahona. Quedé gratamente complacido con la amabilidad de sus habitantes.
Ni hablar de lo limpio y bien trazado que es su entorno urbano. Y su bahía es una joya como otras que afortunadamente tenemos en el país.
Los hoteles, restaurantes y servicios turísticos son limitados, pero aceptables. Sobre todo dos restaurantes en los cuales se pueden degustar mariscos de altísima calidad y sabor. Y aquí son del día que se sirven. Nada de productos congelados.
Recomiendo dos restaurantes especializados, precisamente, en frutos del mar: Brisas del Caribe y La Roca.
En el último disfruté de una ensalada de mariscos mejor que las que he comido en la Capital, el este y el norte. Y a precio risible por barato.
El servicio de camareros, tiempos de entrega de platillos, y detalles menores fue deficiente. Seguro mejorarán cuando el turismo sea más numeroso.
Por simple nostalgia me hospedé en el hotel Guarocuya, buen ejemplo de varios construidos por el Gobierno en las décadas de los 40 y 50 en un estilo arquitectónico postfascista que tanto admiraba el Dictador. Se encuentra en plena reconstrucción.
Espero los arrendatarios tengan el esmero de restaurar lo viejo y decorar lo nuevo con buen gusto.
Visité dos otros hoteles recomendables: Playa Azul, en la carretera a Pedernales. Tiene su propia playa, 20 habitaciones, jardines y terraza.
Es administrado por una familia francesa. Ambos restaurante y hotel son recomendables y baratos; otra cosa es Casa Bonita. Sin duda es el mejor hotel de la región. Situado en la ladera de la Sierra de Bahoruco, cerca de la playa de San Rafael. Es un pequeño hotel boutique con todos los elementos de un hotel de playa de lujo.
Además de las playas de la ciudad. hay dos otras preciosas, vírgenes y todavía limpias. Como están pegadas a la montaña será imposible construir hoteles y apartamentos sobre ellas.
Las edificaciones tendrá nque hacerse, como Casa Bonita, en las laderas de la montaña. En conclusión: Barahona, con adecuada planeación y reglamentación, será el polo turístico que nos permitirá recibir en unos años más millones de turistas foráneos en el país.
Antes de regresar a Santo Domingo visité el nuevo desarrollo viníco-loinmobiliario de Ocoa bay. Pero eso es tema de otra carta.