Reconozco haber transitado ya la mayor parte del tramo de mi vida terrenal, y desde ya preparo un equipaje liviano que me conduzca a un mundo diferente al de la Tierra, en que no haya de cargar una mochila con los pesados artículos que representan el odio, el rencor y la envidia.
Muchas veces reflexiono acerca de la vida y de la muerte. De lo que hacemos y de lo que dejamos de hacer los humanos. De los sentimientos negativos y positivos.
De lo análogo y de lo digital. De la ficción y de la realidad. En fin, mis reflexiones cotidianas abarcan un montón de cosas de la cotidianidad.
En torno a lo anterior, casi siempre concluyo, a partir de la interacción entre premisas, como en el mundo aristotélico, en el silogismo de que lo verdaderamente importante radica en dejar un legado de vida basado en una trayectoria de bondad y amor para las futuras generaciones.
Hasta me he adelantado en reflexionar sobre el metaverso ideado por Mark Zuckerberg, un mundo virtual mágico al que nos conectaremos utilizando una serie de dispositivos que harán pensar que estamos dentro de ese espacio. Determinaremos qué piensa una persona en el presente y lo que proyecta a futuro.
No sé por qué, pero dentro de las personas con la que me gustaría interactuar en ese mundo en el que nos conectaríamos a través de gafas de realidad virtual y otros complementos, está la procuradora general de la República, Miriam Germán Brito.
Nada es imposible en esta Era Digital de la Cuarta Revolución Industrial, por lo que, de lograr esa interconexión con esta legendaria funcionaria pública, me gustaría saber, ahora que todavía somos naturaleza, acerca de cuál será el legado que dejará a la sociedad dominicana.
Conforme a la pregunta que le formularía, la respuesta habrá de girar en torno a una de las siguientes categorías: amor, bondad, rencor, odio y ruindad.
Germán Brito ha desarrollado una exitosa carrera judicial que la condujo hasta convertirse en una icónica jueza de la Suprema Corte de Justicia. No pudo seguir luego de que, maltratada verbalmente por el entonces miembro del Consejo Nacional de la Magistratura, Jean Alain Rodríguez, fue dejada fuera del máximo organismo de justicia. Ahí pudo retirarse con gloria de la vida pública. En cambio, decidió continuar, y aceptó ser la cabeza del Ministerio Público.
Paradójicamente, el Ministerio Público bajo su liderazgo hizo llevar a la cárcel a Rodríguez, acusado de varios delitos atribuidos a la función de procurador general de la República. Ahora quedan las dudas sobre si el encarcelamiento guarda relación con el referido episodio en una de las sesiones del Consejo Nacional de la República.
En la República Dominicana corren dos sociedades en paralelo, una del amor y la bondad, y la otra, marcada por el rencor y el odio.
Esa última gana mucho terreno; una mirada a redes sociales y a innumerables espacios en medios de comunicación electrónicos permitirá ver a personajes que exteriorizan sus sentimientos de maldad, envidia, odio, rencor y mezquindad contra cualquier persona que no coincida con sus ideas.
Hay que incentivar la construcción de una sociedad en valores, que fomente el perdón. Oscar Wilde, escritor, poeta y dramaturgo irlandés, recomendó perdonar siempre a los enemigos, porque constituye la mayor molestia que recibirán en sus vidas. El perdón nos hace grandes.
En caso de que llegase la sociedad del metaverso en mis días terrenales, me gustaría conocer directamente del cerebro de Germán Brito en cuál de las dos sociedades está colocada en la postrimería de su carrera profesional.