Lo sé: ahora vendrán los textos post necrófilos malabarísticos, de falsa erudición, posiblemente de calculada pulcritud literaria, vacíos y oportunistas, de encargo y de ocasión, lo sé…
Para escribir sobre ti, desde el cariño y la complicidad insular del Caribe Inglés, me bastaría el simple recuerdo de un gran día soleado, tus relatos sobre el estado de ánimo de Norberto James y Andrés L. Mateo, en Cuba.
Para escribir sobre ti, lo haría desde todo lo lúdico vivido.
Lo haría desde la cosmovisión de tu espiritualidad compartida, en la búsqueda de otros pensamientos o laberintos ignotos.
Escribo de ti, por los virtuosos afectos que inventaste en aquella bella gruta del cuarto piso de la Calle Meriño con Conde, donde éramos todos bienvenidos, entre tintos y blancos, sin ataduras ideológicas, a pesar de tus grandes compromisos clandestinos y la persistencia de tus ideales políticos.
Podría escribir de ti acerca de la línea humana divisoria, clara, que hizo de tu magnetismo el norte luminoso de tu personalidad: respetar a los otros en la estricta dimensión de su individualidad.
Entonces que seguía la música y el bullicio diverso de conversaciones con Miles Davis de fondo.
Sentado en una esquina con ojos saltones estaba Harold, un negro gigante de la clase media negra americana, cuñado de Asdrúbal Domínguez.
Taciturno y observador que, con una moneda y un vaso, a pulso temerario llevaba el ritmo de las piezas de Miles Davis, golpeando suavemente en tempo.
Consentidos en sus decisiones, la célula de la UNPHU en construcción, zootécnicos, pichones de sociólogos eran bienvenidos en ese encuentro de utopías compartidas.
Harold, entonces dejaba el toque de la moneda con el vaso, porque las discusiones comenzaron con la música por delante y la defensa apasionada de Carlos Dore Cabral a un músico que algunos detestábamos, llamado Billy Cobham, porque siendo buen batería, había estancado su música entonces en el sonido CTI, que en los años 70 era uniforme y destructivo para el avance del jazz y los músicos. Orlando Martínez y Carlos Dore Cabral lo adoraban.
Eran otros tiempos y otras ilusiones, algunos hicieron «curiosas» transiciones, no creo que fuera tu caso, las personas auténticas entre el siglo XX y el XXI, que hayan hecho vida pública con lucidez, en todo caso son testigos de las transiciones de los tozudos, a quienes el tiempo les ha cobrado con creces su ortodoxia, su ignorancia de militancia diluida por la realidad, como bofetada moral de hogaño.
Miles Davis en los labios de humor de Carlos Dore, pasaba a ser Milito Davis. Milestone, álbum realizado para Columbia en 1958.Si hoy el jazz preside esta evocación en la intimidad de unos recuerdos irrenunciables en mi relación con Carlos Dore Cabral, justo es recordarles a lectoras y lectores, que Carlos Dore Cabral es el gran responsable de todo lo que ustedes vivieron en la Cinemateca Dominicana (**) desde el 2004 hasta el 2006, cuando fui su director general y refundador, contra vientos, mareas y alitas de ángeles caídos…
Si, la Cinemateca se mantuvo en pie fue gracias a las silentes diligencias de Carlos Dore Cabral, infatigable, mosquetero fílmico fiel, cuya espada hirió ofidios conspiradores.
Carlos, para que se pueda entender el presente: hizo de la eficiencia en el poder una pulcritud, diferente a otros, un deber militante intenso, frenético, auténtico, porque tenía los conocimientos que otros no tenían y eso lo hacía diferente. Y eso lo postró en la fatiga de la entrega por lo mejor. Tengo el derecho personal a preguntarme, si los destinatarios o el destinatario lo merecía, hoy más que nunca creo enfáticamente, ¡que no!
Su autenticidad nadie podría poner en dudas: estas son las cosas que antes escribí mientras vivía, reiteradas ahora con ahínco: en país de triste memoria portátil, adornada con frágil papel celofán.
Lo miro sonriendo desde el balcón de la Meriño o desde mi antigua oficina en la Cinemateca Dominicana, al mediodía, riéndonos de las barbaridades comentadas, recordando los tiempos buenos de Donald Byrd, otro de sus trompetistas preferido.
Ahora pienso en la gente que, como él, se tomaba el poder en serio para el bien de los demás: Sabiendo que, en el corazón, la garantía de vida, es la esquina lúdica de risas y sueños.
Alzad vuestras banderas de humanidad y futuro, de goce musical, que flote el alto pabellón de calidad humana, de constelaciones en la amistad solidaria, por aquella sonrisa tendida como puente amistoso y atento…
Abrid vuestros corazones, despedimos a uno que entendió el entorno y más allá de las necesidades humanas, en repetida angustia, por los otros.
Alzad vuestras banderas, se nos va hacia una luz más pura. (CFE)
Así quiero recordarlo, así lo recuerdo ahora. Respetando su reposo pienso en Rafael Alberti, bardo español del exilio, y me pregunto con él:
«Decidme de una vez ¿si no fue alegre todo aquello 5 x 5 entonces no eran todavía 25. ¿Ni el alba había pensado en la negra existencia de los malos cuchillos? » (***)
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Notas.
(*) Karl May, fue un gran escritor alemán. Escritor de aventuras, autodidacta. De brillante imaginación, nunca salió de Alemania. Con asombro, sus obras describen geografías que nunca visitó, he ahí parte del valor de sus narraciones. Viajaba en la alfombra de los textos: Comanches y Apaches, entre muchísimos otros libros.
(**) Fue una experiencia compartida. Carlos Dore Cabral, en mi casa, me convencía de que era necesario que asumiera la dirección. Su entusiasmo y apoyo posterior fueron incólumes, sin reservas.
Esa fue otra Cinemateca, rescatada y oficializada a nivel internacional en la Federación Internacional de Archivos Fílmicos, por un servidor en el 62 Congreso de dicha institución en Sao Paulo, Brasil. Esto es lo importante, todo lo otro el tiempo demostró su futilidad, de barro caído y olvido, como todo poder que pasa. Atesoro esos correos, de Sol de Invierno con amistoso fervor enviados en clave, por él…
(***) Rafael Alberti, poeta del exilio español, el fabuloso de Marinero en Tierra, de la generación del 1927. El de Los Versos sueltos de cada día. El de la bella elegía A Pablo Neruda. Este poema citado se llama: En el día de su Muerte a Mano Armada.