Carles Puigdemont, el hombre que abanderó la declaración de independencia de Cataluña

Carles Puigdemont, el hombre que abanderó la declaración de independencia de Cataluña

Carles Puigdemont, el hombre que abanderó la declaración de independencia de Cataluña

Barcelona.- Es un sueño de juventud cumplido. Carles Puigdemont lideró el movimiento que desembocó en la declaración de independencia de Cataluña y, aunque le costó su destitución como presidente catalán, él no ceja en su empeño e insta a sus seguidores a resistir pacíficamente.

A ojos del mundo, este experiodista de 54 años, coronado por una espesa mata de cabello castaño, es la cara del movimiento independentista catalán, que logró el 47,7% de los votos en las elecciones regionales de 2015.

En círculos económicos se habla del «efecto Puigdemont» para referirse a las empresas que se van de la región. «¡Puigdemont a prisión!», gritaban los defensores de la unidad de España que se manifestaron en Madrid este sábado, al día siguiente de que el Parlamento catalán proclamara una «república».

¿Cómo se entiende la determinación de este hombre felizmente casado con una rumana, padre de dos niñas pequeñas, que afirma no tener miedo de ir a la cárcel?

Superviviente de un accidente

En una biografía publicada en 2016, un periodista amigo suyo, Carles Porta, lo describió como un hombre «honesto y resiliente», un independentista de toda la vida con el carácter de «un corredor de fondo». Tiene «esta virtud (o defecto, ve a saber): es tozudo».

Bajo anonimato, un adversario político suyo explicó que «no tiene gran bagaje» intelectual, pero desde los 16 años tiene «el independentismo en la sangre» y «convicciones radicales».

Su destino cambió un día de enero de 2016 cuando fue invitado a liderar una coalición separatista, resuelta a llevar a los 7,5 millones de catalanes a la independencia. Alcalde de Gerona (98.000 habitantes) desde 2001, el entonces diputado conservador catalán aceptó.

Pasó así a sustituir al frente del Gobierno regional a Artur Mas, inaceptable a ojos de los independentistas de extrema izquierda cuyo apoyo necesitaba en el Parlamento, debido a su condición de converso tardío al independentismo y sus recortes presupuestarios.

Mas legó a Puigdemont un pesado fardo: el de enemigo número 1 del Gobierno español del conservador Mariano Rajoy, con el que ya no había ningún diálogo.

Uno de los pocos puntos en común entre Rajoy y Puigdemont es que los dos sufrieron cuando eran jóvenes un terrible accidente de tráfico: Rajoy conserva las cicatrices bajo su barba, y Puigdemont en el labio y la frente, bajo el flequillo.

El presidente catalán nació en 1962 en su casa familiar de Amer, un pueblo próximo a los Pirineos, a cien kilómetros de Barcelona y sus élites.

Hijo y nieto de los pasteleros del pueblo, segundo de ocho hermanos, tenía nueve años cuando fue enviado a un internado escolar y aprendió «a ser un luchador», recordó Porta. El dictador Francisco Franco murió cuando Puigdemont tenía 13 años.

Muy apegado a la lengua catalana y apasionado por la historia, el adolescente recordará muy bien la represión impuesta a la región rebelde después de la Guerra Civil (1936-1939).

En 1980, se afilió a Convergencia Democrática de Cataluña, el partido conservador y nacionalista de Jordi Pujol (presidente catalán entre 1980 y 2003), que logró ampliar la autonomía de la región.

Entró como corrector del diario nacionalista El Punt, y acabó como director, combinando periodismo y militancia. Entonces los independentistas eran pocos.

En el verano boreal de 1991, se fue a estudiar el caso de la República de Eslovenia, que, tras un referéndum de independencia prohibido, acababa de declarar unilateralmente su independencia de Yugoslavia, a la que siguió una breve guerra.

En los años siguientes, abogó por ampliar la base social del independentismo mediante la no violencia, como Gandhi: «no hemos de tener prisa, tenemos que hacerlo bien», recuerda en su biografía.

Familiarizado con las nuevas tecnologías, Puigdemont habla inglés, francés y rumano. Creó una agencia de prensa catalana, un diario en inglés sobre Cataluña, y presidió la Asociación de Municipios por la Independencia.

«Tiene mucho sentido de la puesta en escena, conoce muy bien la importancia de los medios de comunicación y está demostrando que los utiliza muy bien», dijo el analista político Antón Losada.

‘Tierra prometida’ 

Desde hace cinco años, hay manifestaciones multitudinarias reclamando un referéndum de autodeterminación de Cataluña.

Una parte de los catalanes le está agradecido por haber mantenido su promesa de organizar, costara lo que costara, el referéndum inconstitucional del 1 de octubre, que acabó con cargas policiales.

El resultado: 90,18% de ‘síes’ a una República Catalana independiente, con la participación de 43%. Para quienes se opusieron al plebiscito, este no fue más que «una farsa de democracia» para legitimar una declaración de independencia, y le reprocharon haber dado la espalda a la otra mitad de Cataluña, los que se oponen a la independencia.

Para el analista político Joan Botella, Puigdemont protagoniza «una huida hacia adelante». «Tiene la tentación del momento histórico, cree que está viviendo un momento de gloria, un reto para la historia de la nación, y que es el hombre llamado por el destino para conducir a los catalanes a la tierra prometida, su entorno es muy poco previsible y él no es disciplinado respecto a su partido, donde están preocupados».

Pero «no parece ser en absoluto el iluminado fanático descrito en Madrid», agregó. El sábado, a pesar del anuncio de su destitución por parte del Gobierno central, el separatista firmó su discurso escribiendo: «Carles Puigdemont, presidente de la Generalitat ¡gobierno¿ de Cataluña».

Instó a «oponerse democráticamente» a la toma de control de Cataluña por el Gobierno español, sin precisar cómo.