Cárceles abiertas a políticos en modo “lawfare”

Cárceles abiertas a políticos en modo “lawfare”

Cárceles abiertas a políticos  en modo “lawfare”

Periodista Luis García

La simulación en la política vista como arte o como estrategia, posibilita alcanzar determinados objetivos de poder durante un tiempo, pero resulta difícil mantenerla de manera indefinida.

En la República Dominicana del último trienio se utiliza, desde esferas del poder político, el “lawfare” en forma de estrategia para el golpeo sistemático de sus contrarios. En principio se simulaba a través de un supuesto Ministerio Público “independiente”, percepción que prácticamente ha desaparecido con el manejo diferenciado que confiere en función de la bandera oficial u opositora del procesado.

El término “lawfare” consiste en el uso de la ley y de los procedimientos jurídicos para atacar, en el caso de la política, a los adversarios a través de agentes públicos, especialmente a aquellos previamente estigmatizados de enemigos irreconciliables, debido a que representan amenazas en función de las potencialidades de acceso al más alto nivel de poder.

En la judicialización de la política confluyen varios actores: quien tiene el control coyuntural del poder político, el adversario blanco del ataque, la parte del Poder Judicial que se presta para motorizar la acción y los medios de comunicación que la promocionan sin llevar a cabo la comprobación de los hechos que demanda el ejercicio del periodismo.

Los imputados ven vulnerados derechos y garantías, sin que pase nada que conmueva los cimientos sociales. Algo parecido al poder destructor, en sus respectivas épocas, de Atila, líder de los hunos, y de Gengis Kan, del Imperio mongol. Ambos acumularon enorme poder, pero un día cayeron derrotados.

La política dominicana ha incorporado ese fenómeno, que en ocasiones adquiere la apariencia del antiguo circo romano. Este vino para quedarse, partiendo de que la retaliación política forma parte de la cotidianidad en el ejercicio del poder.

La novedad está en que ha abierto las puertas de las prisiones a los políticos que ejercen el poder en presente y los del futuro. Los que hoy deben ser conscientes de que mañana les tocará cuando cedan el poder democráticamente en una sociedad pendular.

Los péndulos se mueven. Los cuerpos oscilan de un punto hacia el otro si una fuerza externa lo impulsa, o sea que de manera ineluctable todo lo que se dirige hacia un lado, cuando pierde la fuerza, luego se dirige hacia el otro polo. Todo lo que se va, vuelve; y de igual manera, lo que sube, baja. Lo que ayer se llamaba populismo hoy es otro asunto; a veces es un neoposmodernismo, posverdad, populismo de derecha o posturas políticamente incorrectas.

Monseñor Fernando Arturo de Meriño, cuyas ideas fueron perseguidas por Pedro Santana y Buenaventura Báez, tuvo la visión de verlo en su época del siglo XIX. Comprendió con claridad que el poder es pasajero, por lo que hay que manejarlo como lo aconsejó Baltazar Gracián en “El arte de la prudencia”.

Este exquisito orador que padeció el exilio, dedicó, a Báez, algunos de sus discursos: “Empero yo, que solo debo hablaros el lenguaje franco de la verdad; que he sido como vos aleccionado en la escuela del infortunio, en la que se estudian con provecho las raras vicisitudes de la vida, no prescindiré de deciros, que no os alucinéis por ello; que en pueblos como el nuestro, valiéndome de la expresión de un ilustre orador americano, tan fácil es pasar del destierro al solio, como del solio a la barra del Senado”.

Ahora que las cárceles han quedado abiertas en el presente y para el futuro, un buen consejo a los que gobiernan sería que tomen en cuenta que, como el péndulo, lo que sube, baja.