Cañonazos al espíritu

Cañonazos al espíritu

Cañonazos al espíritu

Santiago Estrella Veloz

Los que tenemos la suerte de escribir en algún medio de comunicación a menudo nos sentimos como si no existiéramos.

Uno se cansa de señalar o sugerir o hacer tal o cual cosa a las autoridades, con el propósito de que logremos un país mejor organizado y transparente, pero nunca nos hacen caso.

Creo que todos estamos de acuerdo en que hay que respetar las leyes, pero muchos nos hacemos de la vista gorda y las violamos a la menor oportunidad. Criticamos a la Justicia, pero jamás se le reconoce alguna decisión acertada, aunque sea justa, pues generalmente somos proclives a mancillar el honor de todos los jueces, sin tomar en cuenta que los que deshonran la toga son una minoría. Igual que cuando Balaguer, a quienes sus críticos únicamente reconocían su protección de la foresta, lo demás es odio.

No hay nadie, absolutamente nadie en la oposición que se atreva a reconocer algo positivo de Hipólito Mejía, Leonel Fernández, ni de Danilo Medina, a quien de chepa se le elogia por haber construido la nueva ciudadela La Barquita de Santa Cruz, formada por ciudadanos que fueron rescatados de la orilla del río Ozama, donde vivían como animales y expuestos al peligro de sus crecidas.

Hay quienes elogian la honestidad de Juan Bosch, sin haberlo conocido, pero la mayoría de quienes lo hacen —como un dulce envenenado— es para contraponerlo a algunos pillos que formaron parte de su discipulado, olvidándose de que la mayoría de quienes honran su memoria son personas de gran integridad personal.

Todo el mundo pontifica, sea en la radio, la prensa escrita o la televisión. Todos reclaman a los gobiernos hacer tal o cual cosa, sin pensar siquiera que hay situaciones sobre las cuales ni siquiera el presidente de la República tiene control de ellas.



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