Difiero rotundamente de quienes afirman que “los pueblos tienen los gobiernos que se merecen”. Al contrario. Al menos los dominicanos, salvo un par de excepciones, los gobiernos que hemos tenido se han comportado como reales enemigos del pueblo. Gobiernos que sirven a los intereses mezquinos la cúpula de un partido, incluso de un individuo y su anillo de facinerosos.
De hecho, una de las características de nuestros políticos ha sido la prometer una cosa en campaña y hacer otra muy distinta una vez en el cargo.
Dejando de lado lo presidencial, donde hasta ahora el candidato de la oposición Luis Abinader luce con una clara ventaja sobre los dos candidatos peledeístas (Gonzalo y Leonel), quisiera llamar a la reflexión a mis estimados lectores sobre la posibilidad de llevar al Congreso y a los municipios a hombres y mujeres dignos, capaces y honrados. Porque no basta con cambiar a un presidente por otro si el Congreso Nacional y los ayuntamientos siguen siendo mercados persas, pocilgas humanas, donde campea y se regodea lo más mediocre de la política.
El año que viene, los dominicanos debemos elegir personas con verdadera vocación de servicio, hombres y mujeres que vayan a servir y no a servirse desde sus puestos en el Congreso y los ayuntamientos.
Candidatos de la talla de Faride Raful, actual diputada y candidata de consenso a la senaduría del Distrito Nacional merecen el respaldo de la gente buena, independientemente de su partido. Lo mismo puedo decir del periodista y activista social Jonathan Liriano, candidato a diputado, o el abogado Horacio Rodríguez, y el combativo Claudio Caamaño. Sobre la profesora María Teresa Cabrera, sobra decir que sería un lujo para cualquier parlamento contar con una representante tan digna.
Pero también en lo municipal hay candidatos como el cantautor Manuel Jiménez, candidato a alcalde por Santo Domingo Este, las jóvenes aspirantes a regidoras Heidy Adón y Angely Moreno, del mismo municipio, que a mi juicio merecen el respaldo de los votantes por su trayectoria de lucha a favor de las mejores causas de la sociedad. Como ellos hay muchos otros en cada pueblo. El color del partido para mí es secundario, porque así como hay farsantes en todos lados, también hay gente buena en uno y otro lado. Lo malo sería reelegir a individuos ineptos y delincuentes a cambio de dádivas.
Los electores tienen la responsabilidad de elegir representantes honestos, que los hay, para luego no pasar cuatro años lamentándose por las fechorías de sus elegidos.
Nuestro pueblo tiene razones de sobra para sentirse defraudado, para no creer mucho en promesas. Pero como aquel corredor que no se rinde, los buenos dominicanos tenemos más y más razones para insistir en un cambio de rumbo y podemos contribuir a ese cambio con el voto.
No es lo mismo un bandido que una persona decente. Usted elige.