Candelita
El pujante izquierdismo latinoamericano crece por la creciente intolerancia ante la corrupción de políticos tradicionales, resentimiento contra los ricos –estimulado por redes e inequidades— y la nueva guerra fría que ofrece dos metrópolis, China y Rusia, afines ideológicamente.
Hay un esfuerzo aparentemente genuino del gobierno contra la corrupción y la impunidad, iniciado en medio de tremendas dificultades como la pandemia y la guerra de Ucrania.
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Quienes injurian llamándolo flojo al presidente Abinader quizás carecen de timbales para acometer similar propósito, aunque quien mucho abarca poco aprieta.
En los procesos para adecentar la política y el gobierno, penosamente afectados por “lawfare”, toda clase de gente figura inculpada o como testigo y algunos empresarios resultan llamativos como inusuales sospechosos.
Termocéfalos que quisieran aquí un Chávez o Maduro, Boric o Evo, aprovechan para desprestigiar a todo el empresariado. Esa candelita debe apagarse en bien del país.
Ningún gremio ni grupo es responsable por imputaciones individuales. Además, hemos progresado pese a los políticos, más que gracias a ellos, pero sin empresariado (chiquitos y grandes) otra cosa fuera.
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