El presidente Abinader ha reiterado la necesidad de reformar la Constitución, para ponerle candados y evitar que un presidente pueda repostularse más de dos períodos y para garantizar la independencia del Ministerio Público.
El presidente quiere más candados para “trancar” la Constitución a “hacha y machete”.
Pero, para modificar la Constitución (CR) se requiere un procedimiento especial: declararse la necesidad de la reforma mediante ley, sin veto presidencial, que debe contener el objeto de la reforma y los artículos de la Constitución sobre los cuales versará (A270 CR).
Asimismo, para la validez de la reunión de la Asamblea Nacional Revisora deben estar presentes más de la mitad de los miembros ambas cámaras. Además, para ser aprobadas las modificaciones constitucionales se requiere de una mayoría de las dos terceras partes de los votos (A271 CR).
Igualmente, en caso de que la reforma verse sobre derechos y garantías fundamentales, como se puede advertir, la mayoría de los ciudadanos con derecho al voto, deben ratificarlo en referendo aprobatorio (A272 CR).
Además, la aprobación de dicha reforma precisa más de la mitad de los sufragantes y este número exceder del 30 % del total de los ciudadanos (A272.II CR).
Estos son los candados constitucionales actuales y nuestra generación no puede hacer tan rígida la Constitución que obligue a los que vivirán después de nosotros a sujetar su voluntad a los que no estaremos. La Constitución no es una momia expuesta intencionalmente para imponerla a las generaciones por venir.
Si en un futuro se quiere y decide tener una democracia parlamentaria unicameral, como Singapur, por ejemplo, o adoptar otro régimen político, el pueblo, de carne y hueso, lo puede decidir. Las llaves, cerrajeros, ganzúas y patas de cabra para abrir los candados constitucionales los debe tener siempre el soberano.
El que un presidente elegido por los votantes desee privarse del poder de nombrar a quien tiene el mandato constitucional de diseñar y ejecutar la política criminal del Estado, es una decisión valiente; pero con ello dejaría de intervenir en las estrategias judiciales de incidencia innegable en la seguridad ciudadana.
Cuando se han extraviado las llaves constitucionales, se ha llamado a los cerrajeros para abrir los candados y en el futuro estos tendrán más variedad de herramientas para hacerlo. Trancada la casa constitucional, vendrán de nuevo los cerrajeros constitucionales a correr los pestillos de las cerraduras constitucionales.