Frederich E. Bergés
Uno de los temas de mayor preocupación en nuestra sociedad es el de la inmigración ilegal, sin requisitos, controles, ni planificación alguna.
La principal ha sido la de los vecinos haitianos, aunque en años recientes, la venezolana se ha unido a esta avalancha.
Sin dudas la motivaciones principales por las cuales nos hemos hecho indiferentes a estas oleadas han sido primero la humanitaria, reconociendo que su país de origen pasa por deferentes penurias que no les garantizan al inmigrante las oportunidades de desarrollo que aspiran en su propio país, La otra parece ser la perversa corrupción económica, apoyada a cierto niveles de improvisación que permiten tales prácticas.
Hasta pocas décadas algo similar aconteció en Canadá en cuanto a la llegada desordenada de inmigrantes a ese enorme despoblado, pero frígido territorio norteño.
Sin embargo a partir de los finales de los años 60, ese país instauró un sistema de puntuaciones contra lo cual medir si la persona que deseaban inmigrar reunía las condiciones requeridas para incorporarse al aparato productivo y comercial en las áreas de interés para el desarrollo canadiense.
Nueva vez en el 2015, tras un amplio proceso de consulta con el sector privado empleador, se revisó el sistema de puntuación, creándose inclusive una vía rápida para aquellos que reunían las mayores puntuaciones en los sectores económicos deseados.
Ha llegado al punto que desde varios años Canadá invita a inmigrantes, sobre todo quienes tienen especialidades en tecnologías de la información, principalmente de países como la India y China.
Si bien es cierto que el ejemplo del país aquí presentado no es perfecto, es muy válido para estimular la necesidad de una debida organización de la inmigración que nos llega. El país no puede seguir simplemente la ruta humanitaria, so pena de seguir degradando y desnaturalizando la dominicanidad.
Es urgente instaurar un programa coherente y disciplinado con el cual afrontar el dilema inmigratorio que cada más vez presiona nuestras fronteras dominicanidad.
