Caminos de perdición
Diecinueve de noviembre, una fecha cargada de riesgos y tensió, por lo menos en dos momentos separados por 50 años en la vida pública dominicana del siglo XX.
El 19 de noviembre de 1911 fue emboscado Mon Cáceres en el camino de Güibia y asesinado en una trama encabezada por el general Luis Tejera; a continuación, el caos.
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El 19 de noviembre, pero de 1961, a las fuerzas más activas del pueblo dominicano les amaneció sin la presencia de la familia Trujillo, un hecho que puso fin al primer acto de lo que me ha dado en denominar la revolución del 61, y dio paso a una nueva fase llamada a empujar un poco más a fondo a los actores de la renovación económica, social y política puesta a caminar con el magnicidio del 30 de mayo de aquel año. A continuación, el caos.
Si el golpe del 30 de mayo cogió asando batatas a las familias principales —involucradas algunas en 1935 en un intento de golpe—, si la sociedad estaba políticamente adocenada en el partido único del Jefe y la clase obrera carecía de peso numérico y social, ¿qué podía esperarse de estos polos?
La composición rural mayoritaria de la población (69% según el censo de 1960) puede dar una medida de las limitaciones de la comunidad dominicana de entonces. Con la cultura al servicio del tirano, sin la vertiente ideológica como opción, los intelectuales eran una nulidad política.
¿Cuáles podían ser, bajo estas condiciones, los ideales de la revolución dominicana? No existían, pero de todos modos, no son indispensables; vistas nuestras limitaciones sociales, serían apenas recursos de tribunos, intelectuales y demagogos para arrastrar o empujar en una dirección específica hasta tanto la revolución encontrara dueño.
La voladura del tapón sociopolítico provocó, como en la botella de champaña, el derrame del contenido sometido a presión durante 31 años. En el breve período de seis meses, sin embargo, empollaron tres aspiraciones que pudiéramos tomar por ideales: libertad, igualdad y democracia.
Vista desde una distancia de 53 años, la sociedad dominicana de entonces no muestra la fortaleza que reclamaban sus circunstancias. La debilidad puede estar en la base de la perversión del fermento a pesar de las oportunidades de la clase alta con el Consejo de Estado, el triunvirato y el gobierno provisional impuesto por la Intervención del 28 de abril de 1965. Los políticos profesionales hallaron tierra virgen, ¿y qué hicieron?
Pudiéramos examinar la segunda fase entre el 19 de noviembre de 1961 y el 25 de septiembre de 1963 para tener una idea de porqué somos, en el plano político, lo que somos. Entender nuestras perversiones económicas acaso sería posible tras el examen de la tercera etapa de esta revolución, desde el golpe del 63 al estallido de abril del 65.
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