Aprender es estar dispuesto a pensar, preguntar, escuchar, observar, reflexionar, aceptar y descartar, cada día, cada momento de nuestras vidas.
Sin importar la edad, siempre tendremos la oportunidad de aprender. En síntesis, la vida es un aprendizaje constante.
Y el aprendizaje es un camino de muchas formas y tamaño. A veces en línea recta, otras con curvas. Algunas veces de subida, otras de bajada. Podemos transitar por horas, días, semanas, meses y años. Pero también tendremos paradas, algunas de alegrías y otras de dolor y tristeza.
Y aunque no hay caminos seguros ni decisiones acertadas, vamos probando, asumiendo. Sumando lecciones de vida con cada decisión, con cada acción y con cada una de las personas que forman parte de nuestros círculos.
Ya sea que permanezcan a nuestros lado o tengan que partir, alejarse o decir adiós. Al hacerlo cumplieron con su cometido y nosotros debemos dar gracias por lo que nos regalaron y enseñaron.
A todos nos toca aprender en la marcha sin manuales, mapas ni rutas establecidas. Las únicas indicaciones son lograr conocerse a sí mismo, amar, perdonar, cerrar ciclos, establecer principios, entrenar la paciencia, subordinar el ego, disolver los apegos y expandir la conciencia. En este singular proyecto de vida somos los libretistas, protagonistas y espectadores.
Somos los que escogemos vivir en la felicidad o la tristeza, por eso hay que saber elegir. Hacerlo sin prisas. Poner en la balanza los pro y los contra es un buen ejercicio para evitar equivocarnos mucho… porque si no lo haces, muchas veces nos equivocaremos porque hay tantas cosas en el mundo que no dependen exclusivamente de nuestros deseos y expectativas, pero sobretodo porque no somos infalibles.
Recuerda que las decisiones nacen de los anhelos, sueños y aspiraciones ya sean para el presente como para el futuro. No lo tomes a la ligera, ni des por sentado nada ni a nadie.