Camino a los 60 años: la pobreza del dominicano
La pobreza del dominicano de hoy es marginal, si se le valora sólo desde el punto de vista material. No se puede decir lo mismo desde los planos moral, ético, social e intelectual. Hay, desde estas perspectivas, mucho por hacer.
La marginación material fue preocupación de Joaquín Balaguer, que la atacó desde las infraestructuras; la intelectual fue combatida por Juan Bosch, que se ocupó de la formación y el rigor. A los líderes de hoy no les importan estas carencias.
Cuando mataron a Trujillo y cayó la tiranía, la pobreza era “espantosa”, si creemos a Bosch y a John Bartlow Martin, que la veían con el referente de otros países y por sus particulares sensibilidades para lo social y humano. Para los pobres de entonces era algo natural, pero estimulados por la propaganda política y, aunque parezca paradójico, por las dádivas de la Alianza para el Progreso, empezaron a ver.
¿Cómo era posible que fueran tan pobres y no lo notaran? La inmensa mayoría carecía de referencias y la política, como serpiente del Paraíso, les abrió los ojos, particularmente al habitante urbano, que tenía acceso a un poco más de información que el campesino.
El estallido del 65, por esta razón, estuvo limitado a lo urbano. A los campesinos les llegarían más tarde las condiciones para tener un receptor de radio y para entonces su gusto estaría limitado a Estampa Campesina, música típica al estilo Guandulito con “historias” bailables, como El cuento de las dos garzas o Jovinita, así como la bachata germinal, por Radio Guarachita.
En algunas comunidades rurales, me consta, los vecinos iban en harapos y visitaban al que tuviera una radio para escuchar cosas por el estilo.
La política, como la impulsaban Unión Cívica Nacional y Catorce de Junio, tenía un fuerte aliento urbano; como la practicaba Bosch, carecía de estos límites. Como demagogo, retiraba escamas de los ojos de la gente.
La guerra del 65, a pesar de su apariencia de movimiento para reponer al gobierno derrocado junto con la Constitución del 63, fue más que eso, particularmente para ideologizados en busca de concretar utopías. La Ocupación, justificada con estos, abortó esta deriva y de paso le evitó a Bosch un segundo gran desencuentro en menos de dos años, porque tampoco hubiera podido gobernar en el 65 rodeado sin remedio por quienes habían hecho la guerra en primera fila.
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